Parte de la fascinación que subyuga invariablemente al visitante de Estambul procede de las transformaciones acaecidas a lo largo de su riquísima historia. Sobre la primitiva Zoni o Bizancio se construyó en 330 por decisión del emperador Constantino una nueva Roma situada en el extremo oriental del imperio romano, apareciendo así en el mapa del mundo una ciudad de cualidades prodigiosas llamada Constantinopla que fue capital de todo el Imperio hasta 395, año de la división del mismo en dos partes tras la muerte de Teodosio. La parte oriental dio lugar al imperio bizantino, prolongación del imperio romano en un mundo de ambiente cultural griego durante toda la Edad Media, siendo su capital, Constantinopla, una de las ciudades más deslumbrantes de ese milenio tendenciosamente calificado de oscuro y bárbaro. Su mítica caída a mano de los turcos en 1453 no sólo ha sido usada durante siglos como hito cronológico que marca el paso a una nueva era. También provocó una nueva transformación de la ciudad, que pasó a llamarse Estambul, capital del poderoso imperio otomano hasta poco tiempo después del final de la primera guerra mundial. Desde entonces, Estambul no es la capital política de Turquía pero ha seguido siendo de largo su ciudad más poblada e importante en una época marcada por un régimen político definido por su carácter republicano y laico. Pero al margen de estas transformaciones que han dejado un poso profundo de historia y un puñado de edificios absolutamente incomparables, el otro gran vértigo de la megalópolis—de más de 15 millones de habitantes que crecen a un ritmo de 3,3 % al año, y una...
Pocos lugares en el mundo han dado lugar a tanta literatura a lo largo del tiempo como Estambul, la antigua capital de Bizancio. De todos los libros que la ciudad ha inspirado, tal vez el más singular sea el proyecto descomunal de escribir una Enciclopedia de Estambul,, la primera enciclopedia del mundo sobre una ciudad, que concibió en 1944 el escritor turco y gran amante de la ciudad Re?at Ekrem Koçu (1905-1975). Se trataba de un colosal proyecto donde Koçu combinaba de manera inolvidable literatura e historia a través de una seductora mezcla de relatos extraños, curiosidades, informaciones veraces y material de almanaque, creando un tapiz fabuloso en el que destacaba la imagen de una ciudad que invitaba a la ensoñación y la añoranza. El mismo Koçu se pasó toda la infancia asistiendo a la desintegración paulatina del Estado otomano y la condena de Turquía a una pobreza de la que tardaría decenios en recuperarse. Esta dolorosa decadencia de la ciudad probablemente condicionó el tono melancólico y amargo de su escritura, si bien él pensaba que al contrario, Estambul era lo único que le consolaba de sentirse un derrotado de la vida. En la enciclopedia, recorrida por un sensual homoerotismo que se recrea y complace con el menor pretexto en la admiración de la belleza de los cuerpos de los muchachos, se recogían episodios tan memorables como la hazaña del equilibrista que con motivo de las celebraciones de la circuncisión del príncipe Mustafá en el siglo XVIII atravesó el Cuerno de Oro recorriendo unas cuerdas tendidas entre los mástiles de los barcos. O historias como la de la creación...
Entre el Cuerno de Oro y el Mar de Mármara, ofreciendo una admirable vista del Bósforo, se encuentra el memorable Palacio de Topkapi http://www.topkapisarayi.gov.tr/. Construido por mandato del sultán Mehmed II pocos años después de la caída definitiva de Bizancio, en él se encontró el centro de la administración del imperio otomano durante los cuatro siglos siguientes, hasta que en el año 1853 de la era cristiana el sultán Abdulmecid decretó que se trasladara su residencia al moderno palacio de Dolmabahçe. Hoy día, el palacio Topkapi es un museo dedicado a los en apariencia lejanos años gloriosos del imperio otomano que aloja en su interior uno de los más deslumbrantes tesoros del mundo. El visitante que recorre sus fastuosas e inmensas dependencias se inclina a menudo, reafirmado en su decisión por las guías turísticas al uso, por lugares tan memorables como la sala de las perlas, el salón del trono de Ahmed I donde se guarda el célebre puñal topkapi, elaborado con piedras preciosas, oro y esmeraldas, la sala que aloja el diamante del cucharero (uno de los más grandes del mundo), o aquella en la que podemos admirar un famoso trono indio-turco del siglo XVIII. Sin embargo nosotros nos atrevemos a proponerle que tampoco descuide su extraordinaria colección de camisas talismánicas, puestas de actualidad recientemente gracias a la publicación en Estambul del seductor libro de Hülya Tezcan Las Camisas Mágicas del Palacio de Topkapi, En consonancia con la importancia, si bien solo sea a efectos estéticos o rituales, que tradicionalmente han tenido en la cultura turca prácticas mágicas como la lectura del futuro en los posos del café,...
Al comentar los 48 maravillosos grabados del inolvidable libro de Antoine- Ignace Melling Voyagge pittoresque de Constantinople et des rives du Bosphore (París, 1819), observa Orhan Pamuk que pese a que en un mapa que se encuentra al final de la obra Melling detalla con seriedad académica y precisión topográfica desde qué esquina de la ciudad y mirando con qué ángulo realizó cada una de las pinturas en las que las estampas encuentran su origen, a él las imágenes le “producen la impresión de no tener centro ni final, como si fueran un rollo de escritura chino o los movimientos de cámara en algunas películas en cinemascope”. Tal sensación le devuelve ineluctablemente a la infancia, pues así es como el Pamuk niño percibía Estambul. Esta sensación se ve intensificada por la presencia en los grabados—no obstante la distancia temporal de siglo y medio que separa ambos periodos—de paisajes similares a los que él conoció en sus primeros años de vida, antes de que las evocadoramente bellas colinas, laderas y cañadas del Bósforo se fueran cubriendo de feos bloques de pisos en la segunda mitad del siglo veinte. Su impresión general es que las imágenes de Melling han salido de una suerte de paraíso intemporal para entremezclarse con su vida presente, en un movimiento del alma tal vez no del todo diferente al que resuena en las palabras del escritor de Samoa Albert Hanover cuando escribe que para él la Edad Media es un periodo esencialmente joven, vibrante y melancólico porque así era él cuando lo estudió, siendo en gran medida su memoria del medioevo el recuerdo de su propia...
Cuentan que a finales del siglo XVIII Hatice Sultana, la hermana del sultán reformista otomano Selim III y como él inclinada con curiosidad creativa a las novedades procedentes de Occidente, se enamoró a primera vista y sin remedio de los jardines que festoneaban la mansión del antiguo embajador comercial danés en Estambul, y quiso de inmediato para ella un entorno natural parecido en su palacio. Sin importarle el escándalo, se entregó al deseo de caminar cuando fuera su antojo sobre un jardín al estilo occidental, un laberinto de rosales, acacias y lilas con el que aseguraba haber soñado desde niña. En el sueño había una bola de cristal, la peana de una estatua y un león alado cubierto por mosquiteros de un color nunca visto producido por estilizadas y diminutas mujeres que trabajaban flotando sobre extraños telares en un pequeño pabellón anexo que años más tarde identificó en una pintura inglesa como un quiosco europeo. Al parecer la pintura había sido un regalo de Antoine- Ignace Melling, la persona que le recomendaron como diseñador de esos jardines tan imperiosamente deseados. Nacido en 1763, Melling era un artista, arquitecto y matemático alemán—por cuyas venas asimismo corría sangre italiana y francesa—que a los 19 años de edad había abandonado la ciudad de Estrasburgo para obedecer la llamada de Oriente, en consonancia con la incipiente oleada romántica que empezaba a agitar la conciencia europea. Es así como llegó a Estambul, donde habría de residir las siguientes dos décadas de su vida. Melling no sólo diseñó jardines de estilo neoclásico y trabajó como asesor artístico para Hatice Sultana, también hizo anexos y arreglos...
Todos los afortunados que hayan tenido la fortuna de haber leído Estambul. Ciudad y recuerdos, del escritor turco y premio Nobel de literatura Orhan Pamuk podrán sin duda dar fe de su extraordinaria habilidad para recrear una ciudad física por medio del recuerdo. También para hacer reflexionar al lector sobre la siempre compleja relación entre la literatura y el mundo que llamamos real y las diferentes maneras en las que la primera da forma al segundo al extremo que hasta cierto punto resulta imposible percibir la realidad sino es a través del filtro de la palabra. Si en Estambul mencionaba esa característica diferencial de la ciudad consistente en no preservar sus monumentos con vistas a su exhibición pública prefiriendo en cambio integrarlos en el entorno como parte de un hábitat natural en medio del cual acontece la vida, la novela El Museo de la Inocencia reflexiona sobre las similitudes entre novela y museo en lo que ambos tienen de espacios en donde se conservan detalles de nuestras vidas que están condenados a desaparecer en el tiempo. Es para recordar el pasado que, según Pamuk, se coleccionan objetos. En más de un aspecto, pese a tratarse de una novela de amor extrema que juega con las mismas convenciones de los melodramas, musicales y películas románticas que caracterizaron al cine turco en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta—convenciones que a su vez son descritas en el propio libro en un fascinante juego de espejos—es su novela más personal e íntima, con independencia de si el autor ha vivido o no las mismas peripecias sentimentales que el narrador de la...
Para ilustrar una de las formas posibles de apresurarse despacio recuerda Enrique Vila-Matas en el atrio de su libro El viajero más lento un relato chino recogido por Italo Calvino—quién mejor que un italiano para hablarnos de historias que vienen de Oriente—acerca del muy diestro artista Chuang Tzu, requerido por el emperador para dibujar un cangrejo. Chuang Tzu demandó cinco años y una casa con doce servidores como condición necesaria para realizar el encargo. Necesaria pero al parecer no suficiente, pues cumplido ese plazo aún no había acometido la tarea. Chang Tzu pidió entonces 1824 días más y le fueron concedidos. Llegado el último de ellos, en un único gesto, dibujó entonces el más perfecto de los cangrejos. En un poema en prosa de José Ángel Valente, el pintor y el monarca son una sola persona, Hui-Tsung, un emperador chino que pinta “con la pericia de un experto en la contemplación de la naturaleza” una codorniz y un narciso en una esquina pues “ni el ave ni la flor pueden ser centro, sino tan sólo indicación del centro o guía del ojo que los mira para alcanzar la forma no visible en que el ave y la flor están inscritos.” En lo que respecta a Estambul, sabemos por Kemal Bey, el personaje de Orhan Pamuk, que durante buena parte de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo no había en la ciudad ni un solo museo en el que se pudieran ver cuadros. Los aficionados a la pintura solían contentarse con ampliar fotografías en blanco y negro de pájaros y pintar sobre ellas o usarlas como modelos. Las...
Cuando la actualidad se refiere a Turquía, por lo general los titulares suelen tratar de su negación del genocidio armenio o de su potencial integración en la Unión Europa. Pocas veces tenemos la ocasión de apreciar este país como una maravilla cultural, lleno de joyas históricas de las civilizaciones pasadas. Pero este año, las cosas cambian: Turquía fue elegida Capital Europea de la Cultura 2010. Las múltiples actividades culturales y artísticas que se organizan permitirán apreciar las raíces orientales y occidentales de un país que demuestra su faceta más mestizada. El Puente del Bósforo de Estambul simboliza toda la esencia de Turquía: une Europa a Asia. Esa situación geográfica determina desde hace siglos la identidad y la transformación de este país, convertido en el cruce de las civilizaciones y culturas. A pesar de no ser miembro de la Unión Europea, un proceso que esta en marcha desde el año 2005, Turquía atrae a muchos estudiantes del programa de intercambio europeo Erasmus y millones de turistas, curiosos por descubrir sus riquezas y transformaciones. Essen (Alemania) y Pécs (Hungría) son las dos otras ciudades elegidas capitales europeas de la cultura. Estambul 2010 Este año, la antigua Constantinopla se transforma en la cuna de los artes visuales, de la música y del opera, de los films, documentales y animé, de la literatura, del teatro y de la performance, del street art etc. Ser nominada Capital Europea de la Cultura supone un empuje enorme para la ciudad, a nivel cultural y económico, es una ocasión increíble para acercarse a su patrimonio y su dinamismo actual. 467 proyectos están esperados a lo largo del...