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La Plaza y Basilica de San Pedro es la sede cristiana más importante del mundo y un icono de la historia universal y por eso recibe millones de visitas diarias.
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El monumento construido en honor al primer rey de la Italia unificada, Vittorio Emanuele II, es un símbolo de la Roma antigua que todo turista debe conocer
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El Palacio del Quirinale perteneció a curas, Papas, reyes y gobernadores de la ciudad de Roma. Alberga una historia única que no debes dejar de conocer.
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Cuando visite Roma, visite la Fontana de Trevi para tirar su moneda y pedir un deseo en la fuente más famosa y bella del mundo.
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Construido en el primer siglo después del Cristo el Coliseo Romano es una obra inigualable admirada por el mundo entero por su arquitectura e historia.
Mónica Boixeda
Fundada en 1451, en ese ambiente mezcla del Imperio Romano y del Medioevo, de conspiraciones cinematográficas y aventuras literarias, donde el tiempo parece haberse detenido, se guarda un millón 600 mil volúmenes impresos, 80 mil manuscritos y 100 mil unidades de archivos, cerca de 8 mil 400 incunables, 300 mil monedas y medallas, incluyendo 150 mil grabados, dibujos y matrices, así como más de 150 mil fotografías. Misterios revelados y otros todavía secretos. El código da Vinci puede no ser necesariamente ficción. Quienes gustan de jugar a los detectives de la Historia, o quieren desentrañar los enigmas de los astros, ¿por qué su signo es tal o cuál?, encontrarán en la Biblioteca Vaticana tanto el severo Catecismo de la Iglesia Católica, que condena como demoníacas las predicciones y adivinaciones, así como el Almagesto, la obra maestra de Ptolomeo, el mayor de los antiguos matemáticos y astrónomos, y sus cuatro tratados de Astrología, compilados en el Tetrabiblos, ilustrado con fascinantes representaciones pictóricas de la esfera celeste y el zodíaco. La Biblioteca Sixtina, ornada con frescos de fines del Siglo XVI, posee facsímiles de antiquísimos códices,los manuscritos más importantes de la Historia Occidental, desde la era cristiana hasta hoy, valiosos incunables, impresos de varios siglos, dibujos de los maestros del arte y tiene un laboratorio donde se restauran manuscritos antiguos. La versión actual data de 1451, pero el origen de la Biblioteca Papal se remonta a finales del siglo IV cuando la Oficina de Administración de la Iglesia Romana (Scrinium en latín, en la antigua Roma era sinónimo de archivum, tabularium) servía de biblioteca y de archivo. Vauzzayin Los apartamentos en...
Mónica Boixeda
La Historia, bien se sabe, es siempre la historia del presente. De manera necesaria, cada sociedad se plantea únicamente las investigaciones pertinentes a las circunstancias y los intereses que caracterizan y mueven su momento histórico determinado y en subordinación a tales circunstancias e intereses se priorizan, desestiman y silencian fuentes y datos—por otra parte siempre en extremo fragmentarios–para crear un determinado relato del pasado. Tal vez teniendo en cuenta estas consideraciones no desestimemos de inmediato la curiosa investigación que, a partir de diferentes elementos contrastados, llevó a Ruggero Marino (Cristóbal Colón, el último de los templarios) y a Javier Sierra (La ruta prohibida y otros enigmas de la Historia) a sugerir la impactante posibilidad de que Cristóbal Colón fuese un caballero templario—de ahí quizás las gigantescas cruces cosidas en las velas de las tres calaveras que pensamos salieron el 3 de agosto de 1492 del Puerto de Palos—y tal vez incluso de que hubiera llegado a América por primera vez extraoficialmente años antes de esa fecha con la ayuda de los conocimientos de la Orden. Según el economista Jacques de Mathieu (Colón llegó después) algunos de los caballeros del Temple, como parece atestiguar, entre otras cosas, la figurilla precolombina de un hombre barbado en cuya túnica talar está tallada una cruz griega encontrada en la región boliviana de Carabuco, habrían explotado las minas de plata suramericanas durante los siglos XII y XIII (de ahí la misteriosa proliferación de moneda de plata templaria en Europa en esa época y el hecho de que los templarios hubieran establecido el puerto principal de su flota no mirando al Mediterráneo, como hubiera sido...
Mónica Boixeda
Rindiendo tributo a Vitrubio, decía Andrea Palladio en sus Cuatro libros de arquitectura (1570) que los romanos no habían sido superados en las construcciones posteriores a ellos. Cuatro siglos y medio más tarde, todavía hay con probabilidad autores dispuestos a afirmar lo mismo. Sea como fuere—nuestra intención no es perpetuar el absurdo de tratar los mundos del arte y la creación humana como materia de ranking, sea éste canónico o de listas de éxitos comerciales—parece indudable que Roma goza de más que suficientes credenciales para aspirar con todo derecho a la posición de ciudad por excelencia para los amantes de la arquitectura, condición que ha sido mostrada de manera tan convincente como admirable en películas como El vientre del arquitecto (Peter Greenaway, 1987). Para bien o para mal, los occidentales seguimos llevando en la piel y en el alma una invencible nostalgia de Roma y eso se refleja también, muy singularmente, en los espacios creados por la arquitectura. Por otra parte, no resulta difícil convenir con Gombrich en que las ruinas de sus edificios son tal vez las máximas responsables de que nos haya sido imposible olvidar, por usar las célebres palabras de Poe, “la grandeza que fue Roma”. Pues es cierto que basta echar un vistazo a cualquiera de nuestras ciudades para ver ejemplos de la persistente influencia que ha tenido a lo largo del tiempo la combinación de estructuras propias de la ingeniería civil romana con los órdenes o formas griegos que caracterizó la arquitectura de la época del Imperio. Pese a la acusación de falta de originalidad con respecto al mundo griego, la arquitectura romana es...
Mónica Boixeda
Una de las ventajas más singulares que tiene el viajero que alquila apartamentos en Roma es que ésta, al igual que el París de Hemingway, da la impresión de nunca acabarse. Son tantos los pliegues temporales y estilos por los que ha pasado y de todos ellos han quedado tal cantidad y calidad de restos arqueológicos, arquitectónicos y artísticos que no sólo es posible dedicar enteramente cada viaje a explorar en exclusividad uno de ellos sin agotarlo y cesar de maravillarnos, sino incluso un aspecto parcial del mismo con idénticos resultados. Podemos por ejemplo simplemente rastrear, felices, edificios de un ejemplar más de artista marginal y maldito cuya vida según parece terminó clásicamente en melancólico suicidio. Nos referimos a Francesco Borromini (1599-1667), quien en una época como el Barroco definida por la metáfora del Teatro del Mundo, fue probablemente el más radicalmente teatral de todos los arquitectos. Conviene, eso sí, al emprender esta ruta, no olvidar ponerse los zapatos de baile pues, así como para Walter Pater todo arte aspira constantemente a la condición de música, todos los edificios de Borromini parecen aspirar constantemente a la condición de danza. Danza que a veces se diría más propia de derviches extáticos por los versos de Rumi que de salones de baile romanos. Tal es el caso de la alucinante San Carlino alle Quattro Fontane (Vía del Quirinale 23), el movimiento elipsoide de cuya planta nos lleva a un estado alterado de conciencia en donde el inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos capaz, según deseo de Rimbaud, de convertir al poeta en vidente se alcanza mediante unos pasos de...
Mónica Boixeda
Tal vez uno de los mayores contrastes de Roma se esconde, más que se encuentra, al sur de la Colina Capitolina, en el populoso barrio de Testaccio, justo al pie de monte del que toma el nombre. A diferencia del vecino Aventino, el selecto y tranquilo barrio que tanto atrajo como residencia a los escritores y filósofos de la Roma clásica, Testaccio ha sido siempre uno de los distritos más bulliciosos y populares de la ciudad, el lugar perfecto para descubrir y observar la verdadera esencia del romano de a pie, en su elemento entre las tradicionales tiendas de ultramarinos, los mercados antiguos, el esqueleto de las antiguas fábricas que atestiguan su pasado industrial proletario, el viejo matadero y un surtido variado de vibrantes restaurantes, bares y discotecas que prolongan la animación del día hasta altas horas y lo convierten en zona dilecta para salir por la noche. Es, sin embargo este barrio tan menestral, tan castizo, el sitio donde se encuentra uno de los lugares más delicados de Roma. Hablamos del Cimiterio Acattolico (Via Caio Cestio, 6). Como su propio nombre indica se trata simplemente de un cementerio no católico, donde hallan reposo tras la vida los cuerpos de protestantes, ortodoxos, budistas, chinos e incluso ateos y agnósticos—es aquí, donde está enterrado, por ejemplo, Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano, víctima del fascismo y tal vez uno de los más sugerentes e interesantes pensadores de izquierda del siglo veinte. Su fama, no obstante, la debe principalmente a los protestantes y más en concreto a los protestantes ingleses—razón por la que se lo conoce a menudo como el...