En su libro A modo de último sacrificio el escritor de Samoa Albert Hanover nos habla de la emoción que le embargó cuando en su primer viaje a Málaga descubrió por sorpresa que la estación de ferrocarriles que lo recibía llevaba el nombre María Zambrano. En el tren, desde Córdoba, había venido leyendo precisamente su novela autobiográfica Delirio y destino y la coincidencia del nombre le hizo pensar que esa penúltima etapa de su periplo no podía ilustrar el propio libro de manera más poéticamente acertada o tal vez precisamente lo contrario, que el libro no podía ilustrar de manera más acertadamente poética esa penúltima etapa de su singladura, y jamás como entonces sintió con más fuerza la bella verdad de la máxima hermética que sugiere que dos cosas opuestas pueden ser ciertas simultáneamente. Pues después de todo el principal objetivo de su viaje era culminar un itinerario personal que seguía los pasos de la escritora malagueña en un orden cronológico inverso que le había llevado de Madrid a la ciudad andaluza pasando entre ambos puntos por Ginebra, Ferney Voltaire, La Pièce, Roma, La Habana, París, Puerto Rico, otra vez La Habana, México, otra vez, París el sur de Francia, Barcelona, Valencia, Santiago de Chile, otra vez Madrid, Segovia, y Madrid por tercera vez, y que habría de concluir próximamente en Vélez- Málaga, lugar de su nacimiento en 1904 y donde se encuentra entre un naranjo y un limonero la tumba (en cuya lápida quiso que se escribiera la leyenda del Cantar de los Cantares “surge amica mea et veni” [“levántate amada mía y vente”]) de María Zambrano, una...
Desde el nacimiento de Youtube en el año 2005, el fenómeno del vlogging no ha hecho más que expandirse, y es ya noticia de ayer. Sin embargo, dentro del mundo de las vloggeras se ha establecido una subcultura bastante peculiar por su apasionada entrega al consumo: las haul vloggers. Generalmente chicas, en su mayoría estadounidenses y entre 13 y 20 años de edad, las vloggeras se dedican a salir de compras y mostrar sus adquisiciones con lujo de detalle delante de la cámara. Una idea tan sencilla, pero arrasadora, las más exitosas entre ellas llegan a tener miles y miles de fieles espectadores, que siguen con devoción hasta sus más banales elucubraciones. Y es curiosa tanto la necesidad de querer compartir sus hazañas consumistas ante un gran público, como también el placer de ser partícipe de ellas, aunque sea de una manera muy pasiva e indirecta. En el fondo, lo que une a las vloggeras y a sus espectadores es su amor por las compras, pero sobre todo la atención que se dan mutuamente. Pero al tratarse de una forma de publicidad gratis, las vloggeras no son las únicas que se alimentan de la atención de miles de seguidores. Las marcas promocionadas han encontrados en estos vídeos un eficaz y potente canal publicitario, por lo cual muchas contactan a las chicas personalmente para después inundarlas con productos gratis para que lo muestren en su vlog. Sin embargo, esto es una espada de doble cara, ya que las empresas no tienen ningún tipo de control sobre lo que las vloggeras opinarán sobre su producto delante de miles de personas. Así,...