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Revisemos las últimas palabras que han dicho algunos personajes importantes por sus aportaciones a la humanidad, como Beethoven, que en su lecho de muerte, antes de irse al otro mundo, dijo: «Aplaudan amigos, la comedia ha terminado». Unas palabras parecidas dijo el escritor francés Francois Rabelais, que por lo visto se llevaba la misma impresión teatral de la vida: «Bajen el telón, la farsa ha terminado».
El escocés Alexander Graham Bell, inventor del teléfono, (motivado por la sordera de su madre y su esposa) lo descubre al experimentar con aparatos para el oído. Fue muy breve a la hora de morir, ante el “no me dejes” de su esposa, él, usando el lenguaje de signos contesto: «no». Lord Byron, poeta inglés, también fue parco y decidió irse para siempre como si se tratara de irse a dormir, se despidió con un: «buenas noches». Theodore Roosevelt, presidente de los Estados Unidos pareció sentir el mismo efecto que Lord Byron ante la muerte, dijo: «Apaguen la luz”. En cambio para Johann Wolfgang von Goethe, novelista alemán, aquello le parecío estar demasiado oscuro, dijo: “¡Luz, más luz!”
El escritor ruso Lev Tolstói, abrumado, dejó sus últimas palabras en forma de acertijo: «Aún en el valle sombrío de la muerte, dos más dos no suman seis». El que se marcho digamos, más animado y sin incógnitas de por medio fue Antón Chéjov, también escritor ruso, se encontraba muy enfermo, y apenas llegar su médico, le dijo “Ich sterbe (me muero)”, el doctor enseguida ordeno a su asistente que trajera un tubo de oxígeno. En cuanto oyó la orden del doctor, Chéjov dijo: «Es inútil, cuando lo traigan me habré muerto». Entonces el sabio doctor cambió la orden y le pidió a su asistente que subiera inmediatamente una botella de champán. Chéjov aceptó la copa que le ofrecieron y dijo: “hacía mucho que no bebía champán”. Vació la copa y se acostó de lado para poco después dejar de respirar. Gratas últimas palabras de alguien que se va de la vida con una copa en la mano.
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Carlos Rosas
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