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Situado en el Pacífico Norte entre las coordenadas 135° a 155°O y 35° a 42°N, el Gran Vórtice de basura es una de las visiones más atroces y espeluznantes que podamos imaginarnos. Pese a parecer salido de un relato posmoderno construido mediante variaciones contemporáneas en torno a la narración de Arthur Gordon Pym o alguna otra historia de Poe, lo que realmente estremece es la condición de realidad del fenómeno, resultado no de la imaginación creativa de una mente humana sino del fundamento esencial de nuestra sociedad de consumo, la producción de basura sin tasa.
Se trata de una superficie del tamaño del continente europeo formada exclusivamente por basura. Visualmente se asemeja menos a la imagen de una gigantesca isla flotante común a la mayor parte de las descripciones del fenómeno que a una serie innumerable de partículas de plástico descompuestas o en fase de descomposición que generan una suerte de espantable mancha aceitosa cuyo crecimiento no parece tener fin. Desgraciada y trágicamente no parece ser la única, pues se ha observado la existencia de otra de características y dimensiones similares en el Atlántico.
En esta auténtica catástrofe ecológica que nos deja por enésima vez en evidencia como especie, se halla el origen de Vórtices, la exposición de Daniel Canogar (uno de los artistas españoles de mayor proyección internacional) en la Fundación Canal de Madrid www.fundacioncanal.com, formada por seis impactantes y conmovedoras instalaciones que tienen como denominador común el agua y su capacidad de hacer reflexionar al espectador sobre el punto crítico al que nos lleva la cultura de usar y tirar. Preocupación que se encuentra en íntima conexión con otro de los temas que interesan particularmente a Canogar, es decir la rápida obsolescencia no sólo de los objetos de consumo sino de la tecnología que usamos diariamente y la velocidad con que ésta no cesa de renovarse de continuo, convirtiendo en basura los soportes utilizados con anterioridad.
Simultáneamente y hasta el 15 de mayo Daniel Canogar expone su gigantesca instalación Travesías en la sala de exposiciones del magnífico e icónico depósito de agua neomudéjar de planta circular del Canal de Isabel II de Madrid (calle Santa Engracia, 125). Aunque se presentó originalmente en Bruselas para el Consejo de la Unión Europea en 2010, el montaje de Madrid es totalmente nuevo habida cuenta de la adaptación de la pieza a la arquitectura del depósito. Se trata de una enorme pantalla escultórica de LEDS de 30 metros de ancho y 1,65 de ancho que cae verticalmente en el amplio hueco central de la sala formando un camino ondulante y sinuoso que contiene un bucle en la parte superior y puede recordar de alguna manera a un enorme tobogán. Sobre ella vemos proyectadas diferentes imágenes de personas se diría que intentando avanzar, aunque a veces se desplomen y caigan.
Paul Oilzum
Es una instalación que resalta el elemento escultórico de la imagen, en consonancia con el aburrimiento que Canogar ha declarado sentir con las proyecciones sobre un simple rectángulo. Y un trabajo de gran fuerza y hermoso dramatismo que haría bien en no perderse cuando alquile apartamentos en Madrid
