En la primera parte de la entrada dedicada a la Barcelona hermética, hacíamos referencia a un capítulo del libro del escritor de Samoa Albert Hanover Modelo de espaldas.
A manera de juego con el número de los nombres de Dios según la cábala, se trata de 73 seductoras y zozobrantes páginas que van conformando un proteico laberinto de espejos en el que se reflejan, en un infinito baile de máscaras entre realidades apócrifas y otras bien documentadas, las mil y una caras de la Historia secreta de la Barcelona cabalística (incluidas sus íntimas relaciones con Isaac el ciego y el crucial círculo de Gerona), alquímica, misteriosa y mágica, desde los dólmenes y monolitos prehistóricos hasta la moderna manifestación de la orden templaria de Montesa en la marca de motos que llevaba el mismo nombre, pasando por las resonancias gnóstico-masónicas de los octágonos del Eixample y la arquitectura modernista entre otras cosas remarcables
Del mismo modo que a lo largo del capítulo resulta particularmente arduo distinguir, característica que por otra parte es común a casi toda la obra de Hanover, qué datos y personajes son reales y cuales fruto de la fabulación del autor, no es fácil tampoco saber—señalando lo arbitrario de toda construcción de sentido y la manera en que creamos y transmitimos lo que llamamos cultura— si lo que estamos leyendo no es en el fondo más que una broma de proporciones gigantescas y fantásticas, lo que quizás no constituyera sino una prueba de su autenticidad, pues abundantes son los textos en Oriente y Occidente que desde la Antigüedad consideran la risa, y su quiebra momentánea del principio de realidad imperante, como uno de los accesos más eficaces a los lados ocultos y esenciales de las cosas.
Sea como fuere, Hanover acaba concluyendo que la verdadera magia de la ciudad se comunica a través del poder alucinante de algunos lugares en los cuales, por una suerte de superposición azarosa de elementos, se tiene la sensación de experimentar una dislocación del espacio y del tiempo, producto de la mixtura de realidades que la mente asocia a momentos y situaciones concretas, algunas completamente ficticias, de forma no muy disímil a como acontece en los sueños.
Uno de estos lugares es para él el claustro de la catedral gótica, el sonido y la luz de cuyo interior poblado de palmeras e imprevisibles aves palmípedas le situaban siempre de inmediato, vaya a saber por qué, entrando con las tropas de Alejandro en alguna fascinante ciudad abandonada del interior de la India digna tal vez del Libro de la Selva de Kipling. Y otro, no muy lejos de allí, el patio inferior del interior de un palacio renacentista situado en el recodo que forma el número diez del carrer del Paradís (cómo para creer que el nombre es casual), sede del Centro Excursionista de Cataluña (cómo para no fabular con la naturaleza de esas excursiones), donde se encuentran las impresionantes columnas del Templo de Augusto, hechizadores vestigios de la fantasmal Barcelona romana.
Paul Oilzum
Al bajar los escalones que conducen hasta la contemplación de estas columnas ocultas de cerca de 2000 años experimentamos una sensación de coexistencia de tiempos paralelos con estremecimiento y veneración parecidos a las que sentimos al participar en una ceremonia iniciática. Si alquila apartamentos en Barcelona encontrará pocos vértigos comparables.