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Circuito termal cerca de Barcelona

Los beneficios de las aguas calientes, sulfurosas o bicarbonatadas se conocen desde antiguo, con referencias arqueológicas que datan de épocas tan remotas como la civilización romana. Aunque los musulmanes hispánicos, que ocuparon toda la península hasta 1492, eran  aficionados al agua en todas sus variables posibles, durante la Edad Media esta costumbre fue progresivamente abandonada. Por esta razón, las fuentes termales, las piscinas comunitarias y las zonas balnearias, al quedar en desuso, se precipitaron por los derroteros de las ruinas. Hay que esperar hasta bien entrado el siglo XIX cuando las burguesías locales de toda España, mimetizando las modas importadas de Europa (Baden-Baden en Alemania, el Lido en Venecia  o Evian en la frontera suiza de Francia, por poner solo algunos nombres famosos) pasan largos veranos cerca de antiguas fuentes termales.

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Surgen, así, estaciones balnearias por todo el país (Lanjarón en Andalucía, Mondariz y La Toja en Galicia o La Garriga en Cataluña). A la par que se construían cómodos centros que canalizaban, gestionaban y almacenaban estos recursos, los pueblos se engalanaban con lujosas segundas residencias y se trastocaba el urbanismo al completo para acoger a esta selecta y distinguida clientela en busca de curas de reposo y alivio para males óseos y respiratorios. En estos exclusivos balnearios, antecedentes de los modernos resorts actuales, se daban cita la dama aristocrática y el aprendiz de Casanova, el comerciante venido a más y el artista en busca de inspiración, el anciano reumático con la joven neurótica. Y a la par que se reponían fuerzas, se hacía una intensa vida social.

Estos balnearios decimonónicos comenzaron a entrar en decadencia a mediados del pasado siglo, pero, en la última década, una clientela acostumbrada a los spas urbanos ha vuelto a poner de actualidad estos establecimientos. Y no es de extrañar, ya que los centros termales (al contrario que los hamman de ciudad que usan agua del grifo) se valen de aguas cargadas de minerales beneficiosos para la salud. Los que se encuentran a orillas del mar, además, suelen utilizar algas con reconocidas propiedades medicinales.

Alrededor de Barcelona aún siguen en activo esos balnearios creados en el siglo XIX, convenientemente transformados acorde a la demanda de una nueva clientela internacional y cosmopolita. Los de La Garriga, a apenas media hora de la Ciudad Condal, son los más conocidos. En el pueblo de Tona, Codina tiene incluso un programa para bebés.  Las localidades  de Caldes de Montbui y Caldes d’Estrac están tan ligadas al agua que llevan el término “termal” en sus respectivos nombres: el vocablo catalán “caldes”. Fruto de esa interrelación entre los lugares, los artistas y los mecenas son algunos espacios expositivos inaugurados recientemente. Así, la Fundación Palau de Caldes d’Estrac dedica una sala a uno de los grandes genios universales: a Pablo Picasso quien, durante algunos veranos, se dejaba ver por la residencia del escritor Josep Palau i Fabre. El viajero puede encontrar la información al respecto  que no cabe en este espacio en el siguiente enlace: http://turismepropbarcelona.cat/ca/termalisme/

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En el pueblo pesquero de Arenys de Mar, además, se encuentra el Balneario Titus. Como los centros termales reseñados anteriormente, está muy bien comunicado por tren o carretera con la Ciudad Condal y, por tanto, los apartamentos en Barcelona que hayáis reservado os servirán como base para explorar estos baños centenarios.