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El café Griensdteil y el pabellón de la Secesión en Viena

Sin necesidad de reducir por ello a los alemanes a la condición de bestias rubias bebedoras de cerveza, algún día habrá que hacer caso a Nietzsche también en esto y estudiar la historia de las sociedades de manera indisociable de la historia de las comidas y las drogas, así como el entorno en que ambas eran y son consumidas.

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Como no necesariamente debiera de seguirse en ella ninguna suerte de orden cronológico, podríamos empezar por ejemplo por Viena en torno a la transición entre el siglo XIX y el XX de la era cristiana y calibrar la extraordinaria importancia que tuvo la vida de café—de la que, de Stefan Zweig a Joseph Roth pasando por Hermann Broch y Robert Musil nos ha quedado un testimonio literario de valor inestimable—en el epicentro cultural del crepuscular Imperio Austro-Húngaro durante aquellos brillantes y ambivalentes años de la Belle Epoque.

Tanto es así que el café en esa época se convirtió en Viena en una institución de una clase muy especial. Pues no solo constituía el eje más decisivo de la vida social sino el centro indisputable de la actividad cultural. Así, la asociación de artistas de vanguardia Hagenbund, cuyo lenguaje formal llegó a dominar la actividad artística en Viena tras la Gran Guerra, tomó su nombre de Herr Hagen, el dueño del café-restaurante Zum blauen Freihaus donde se reunían. Otra agrupación de artistas, el Club Siebener, tuvo su origen en el café Sperl, y el combativo grupo Asociación Austriaca de de Artistas—más conocido finalmente como la Secesión vienesa—se originó el tres de abril de 1897 en el café Griensteidl de igual modo que la mesa de otro café fue testigo seis años más tarde del nacimiento de un grupo atraído por una estética más racional y práctica surgido en el interior de la propia Secesión, la Wiener Werkstätte o Talleres Vieneses.

La Secesión vienesa originaria contaba con 50 miembros presididos por Gustav Klimt. Un año después de su fundación inauguraron su primera sala de exposiciones y actividades, un memorable edificio de hermosa contundencia cúbica diseñado por Joseph Maria Olbrich hacia 1898 en cuyo frontispicio, junto al inevitable signo de los tiempos remitente a un cierto misticismo panteísta ensimismado en la naturaleza—se trate del epígrafe “Primavera sagrada” en la fachada o, muy singularmente, de la extraordinaria cúpula de hoja de oro  en forma de colosal corona de laurel que remata el edificio—todavía puede leerse la famosa inscripción “A cada tiempo su arte, a cada arte su libertad”, una auténtica declaración de principios que afirmaba la necesidad de un arte nuevo propio de los nuevos tiempos que en ese momento se vivían en Europa, en el mismísimo umbral de transformar la faz del viejo continente, y muy en concreto de la civilización danubiana que orbitaba en torno a Viena y sus cafés entregada a su particular canto del cisne, para siempre.

Para mas detalle sobre el cafe Griensdteil visite la web: http://www.cafegriensteidl.at

 

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Tanto el magnífico pabellón de exposiciones de la Secesión vienesa (Friedrichstraße 12) como el café Griensteidl en donde ésta fue fundada, siguen estando en pleno uso. Son dos visitas inexcusables cuando alquile apartamentos en Viena