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Lou Andreas Salomé y Viena: De libros perdidos

Se cuenta  de T. E. Lawrence que perdió el manuscrito originario de Los siete pilares de la sabiduría, su obra más celebrada, al dejarlo abandonado por olvido en el interior de una cabina de teléfono justo antes de coger un tren sin retorno que habría de llevarlo muy lejos. Aunque tras ser reescrito el libro gozó de una extraordinaria acogida, tanto Lawrence como aquellos pocos elegidos que pudieron echar un vistazo a la primera versión siempre afirmaron su desproporcionada superioridad con respecto a la que vio finalmente la luz, la única a la que tenemos acceso.

lou <b>andreas</b> salome

Naturalmente, los lectores comprenderán sin mayor necesidad de explicación que el hecho de que esto sea así no guarda relación alguna con los posibles méritos literarios o históricos de ambas versiones. La razón, se comparta o no, se sitúa más bien en el mismo plano desde el que es posible afirmar que el único manuscrito de la novela que, a falta de papel de liar tabaco,  el escritor ruso del que nos da noticia Paul Auster se va fumando lentamente durante el interminable sitio de Stalingrado prefiriendo tan sólo en apariencia–¿acaso cabe imaginar un gesto más literario?–el humo a la literatura, no podía sino ser su indiscutible obra maestra, el mejor de todos sus libros.

Los libros perdidos, los nunca publicados, los jamás escritos, son desde siempre una parte esencial, quizás incluso la más esencial, de la literatura. Lamentar melancólicamente su pérdida es una forma de seguir escribiendo. Hoy nos acordamos aquí con ternura del legendario volumen jamás publicado, en el que el escritor de Samoa Albert Hanover relataba las sesiones peripatéticas donde Lou Andreas Salomé guiaba a Sigmund Freud en el psicoanálisis de la ciudad de Viena. La historia es bien conocida, Hannover se encontraba en Londres mediados los años noventa del siglo veinte rastreando en las semiclandestinas librerías de viejo de Caledonian Road una copia del volumen de octubre de 1894 de The Yellow Book , aún bajo la dirección artística de Aubrey Beardsley, con una significativa errata en la página 18.  Naturalmente no ha faltado quien relacionase tal pesquisa con sus esporádicas y nunca del todo aclaradas actividades como agente doble–es posible que hasta triple—pero fuera como fuera la cosa lo cierto es que un día Hanover se topó en la tristemente ya extinta librería de pensamiento marxista de Finsbury Park con un cuaderno que contenía lo que parecían ser las anotaciones hechas por Lou-Andreas Salomé en sus paseos por Viena con Freud mientras psicoanalizaban la ciudad.

Una noche, cuando el escritor regresó a la casa de Grand Parade donde vivía tras haber asistido a una representación de Tristán e Isolda, tanto el cuaderno como el libro sin terminar de Hanover—cuya única copia estaba en su ordenador portátil—habían desaparecido junto al equipo de música,  el vídeo y decenas de discos compactos capturados al bulto. Al parecer los ladrones entraron por la puerta del balcón.

 

 

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No podemos leer el libro, pero sí la ciudad. Si alquila apartamentos en Viena tal vez recuerde esta historia y se atreva a visitar su inconsciente.