Español
Cuando el escritor argentino Julio Cortázar tenía unos nueve o diez años le visitaban de vez en cuando inquietantes y fascinadoras imágenes de carácter inconexo y disperso (extrañas formas de colores sobre baldosas o mayólicas) que su consciente era incapaz de hacer coincidir con nada conocido. Su madre le habló de la posibilidad de que las imágenes se correspondieran con el hecho de que siendo él muy niño, en Barcelona, donde accidentalmente hubo de pasar con su familia una breve temporada, sus padres solían llevarle casi todos los días a jugar con otros niños al Parc Güell, lo que le serviría a Cortázar más tarde para bromear orgullosamente acerca de su precoz e inmensa admiración por Gaudí, que habría comenzado inconscientemente a los dos años.
La primera vez que el autor de Rayuela regresó a Europa ya como adulto, en 1949, no pudo reprimir el impulso de, tras haber hecho escala su barco en Barcelona, dirigirse inmediatamente al Parc Güell, donde comprobó naturalmente que aunque las imágenes que allí podían contemplarse seguían siendo asombrosas más allá de las palabras no coincidían sin embargo con las formadas en su mente. No sólo era una cuestión de mera perspectiva óptica. Aquel niño poseía una mirada mágica que Cortázar juró aquel mismo día, pues la había conservado en su interior todo ese tiempo, no dejar que se perdiera del todo jamás.
Es sólo una de las muchas cosas que hacer gratis en Barcelona. Otra puede ser, todos los domingos a partir de las tres y el primer domingo de cada mes todos el día, acercarse al seductor Museo Blau de Historia Natural (http://w3.bcn.es/V65/Home/V65XMLHomeLinkPl/0,4555,418159056_1438713694_2,00.html) cuya alucinante arquitectura mezcla de caverna prehistórica y edificio futurista mágico y semi-levitante aloja una fascinante y didáctica manera de mostrar las piezas que evoca de alguna manera el espíritu de los gabinetes de maravillas de época renacentista y barroca.
Desde ahí mismo es recomendable cruzar hasta la explanada del Forum y ver el mar rompiendo contra el malecón aledaño, justo debajo de la gigantesca, y por desgracia inservible, placa solar que conforma, junto con las vistas que ofrece el conjunto, un paisaje propio de alguna película post- apocalíptica del tipo Mad Max.
O pasearse también cualquier día del año por el fascinante e incomparable Mercado de la Boquería y dejarse seducir tanto por su genuino ambiente como por el aroma y color de la comida y extraordinario diseño modernista.
Gratis es también el paseo que conduce de la Plaza de España al teatro Grec, inspirado en la planta del teatro griego de Epidauro, desde donde no sólo nos sentimos transportados en el tiempo hacia el interior de algún gran misterio inefable que sólo se expresa a través de la conjunción de arte dramático y naturaleza sino que tenemos, al lado de las gradas, otra vista inolvidable de la ciudad.
Si alquila apartamentos en Barcelona recuerde haciendo estas rutas que ya nos advertía Epicuro, haciéndose eco de un precepto generalmente aceptado entre los filósofos de la Antigüedad, que verdaderamente sabia es sólo aquella persona que no necesita dinero para divertirse.
