A menudo comparada con Guerra y Paz, Vida y destino, de Vasili Grossman (la primera persona en dar a conocer al mundo la existencia de los campos de exterminio nazis, un exhaustivo catálogo de cuyos horrores documentó escalofriantemente junto a Ilyá Ehrenburg en El libro negro, prohibido por Stalin a fin de evitar que se conociera el alcance del furibundo antisemitismo de su gobierno y el grado de su colaboración en el genocidio judío) es con toda probabilidad una de las grandes novelas del siglo veinte. Sin embargo Grossman murió en 1964 en Moscú sin haberla visto publicada. Las autoridades soviéticas la consideraron tan amenazante para el régimen que llegaron incluso a confiscar las cintas de la máquina en la que había sido escrita y no sería hasta 1980 que una copia recuperada del manuscrito consiguió por primera vez llegar a la imprenta.
En ella, de un modo admirable caracterizado por cierta rotundidad que sólo es dable a través de la más alta literatura, Grossman denuncia desde posiciones de izquierda el proceso de desvirtuación de la revolución comunista, convertida por Stalin al menos desde las primeras purgas políticas en un régimen en rigor nacional-socialista. La Segunda Guerra Mundial fue un hito decisivo en dicha deriva al afianzar, mediante un patriotismo despóticamente fomentado e impuesto por el gobierno, el nacionalismo ruso y, bajo el amparo de su égida, la persecución de los ciudadanos judíos, millones de los cuales fueron represaliados de maneras atroces que a menudo acabaron con sus vidas.
Ese mismo antisemitismo, manifestado más sutilmente en forma de cuotas, necesidad de identificarse como judíos y otros tipos de restricciones de los derechos de la población hebrea, fue la razón de que en plena Perestroika los padres de Regina Spektor, que ofrecerá un concierto en la sala Razzmatazz (http://www.salarazzmatazz.com/) el próximo 10 de julio, decidieran en 1989, cuando la artista no había cumplido aún 10 años, aprovechar la circunstancia política para emigrar del país y marcharse a Estados Unidos, donde finalmente llegaron tras un periplo con sendas estaciones en Austria e Italia. Sin embargo, estuvieron a punto de no hacerlo debido a la imposibilidad de llevarse con ellos el piano Petroff donde la pequeña Regina tocaba afanosamente todos los días por miedo a frustrar la prometedora carrera musical de la niña, dado que no tendrían dinero para las lecciones al llegar a Nueva York, la ciudad elegida.
Como en un cuento de hadas, una vez instalados en el Bronx su padre, fotógrafo y violinista amateur, conoció en el barrio a otro violinista cuya mujer, Sonia Vargas, una espléndida pianista peruana y profesora en la Escuela de Música de Manhattan se ofreció a darle clases gratis a Regina, quien practicaba en tableros de madera pintados para el propósito y en un piano desvencijado que había en el sótano de la sinagoga local.
El resto es leyenda, una carrera extraordinariamente brillante, vibrante, estimulante y excéntrica cuyo último episodio es el álbum What We Saw from the Cheap Seats, que presentará en el concierto. Si alquila alojamiento en Barcelona tal vez no desee perdérselo.