Pocos lugares en el mundo han dado lugar a tanta literatura a lo largo del tiempo como Estambul, la antigua capital de Bizancio. De todos los libros que la ciudad ha inspirado, tal vez el más singular sea el proyecto descomunal de escribir una Enciclopedia de Estambul,, la primera enciclopedia del mundo sobre una ciudad, que concibió en 1944 el escritor turco y gran amante de la ciudad Re?at Ekrem Koçu (1905-1975).
Se trataba de un colosal proyecto donde Koçu combinaba de manera inolvidable literatura e historia a través de una seductora mezcla de relatos extraños, curiosidades, informaciones veraces y material de almanaque, creando un tapiz fabuloso en el que destacaba la imagen de una ciudad que invitaba a la ensoñación y la añoranza. El mismo Koçu se pasó toda la infancia asistiendo a la desintegración paulatina del Estado otomano y la condena de Turquía a una pobreza de la que tardaría decenios en recuperarse. Esta dolorosa decadencia de la ciudad probablemente condicionó el tono melancólico y amargo de su escritura, si bien él pensaba que al contrario, Estambul era lo único que le consolaba de sentirse un derrotado de la vida.
En la enciclopedia, recorrida por un sensual homoerotismo que se recrea y complace con el menor pretexto en la admiración de la belleza de los cuerpos de los muchachos, se recogían episodios tan memorables como la hazaña del equilibrista que con motivo de las celebraciones de la circuncisión del príncipe Mustafá en el siglo XVIII atravesó el Cuerno de Oro recorriendo unas cuerdas tendidas entre los mástiles de los barcos. O historias como la de la creación de un cementerio de verdugos en el prado de Karyagdi al no ser estos considerados dignos de ser enterrados con el resto de los mortales. O la de Osman y madame Upola, dos locos de la época de Abdülhamit II a los que se les prohibió el acceso al puente de Galáta debido a que cuando se encontraban en él se peleaban encarnizadamente. Lo que hacía mucho más llamativo el hecho de que él anduviera siempre desnudo por las calles y ella, al contrario, tuviera la costumbre de ponerse encima todo lo que se encontraba.
Re?at Ekrem Koçu tampoco rehuía los detalles siniestros y las historias escabrosas de torturas, asesinatos y venganzas. Pese a su afán de documentación—era un letraherido que se pasaba la mayor parte de su vida en librerías, bibliotecas y archivos rastreando testimonios a los que poder dar un valor histórico—uno de los mayores encantos de su libro infinito y necesariamente inconcluso es la incapacidad para determinar si las historias que cuenta son reales o inventadas, pues el libro entero se deja leer, al igual que la ciudad misma, como una fábula.
En 1951 Koçu tuvo que interrumpir su enciclopedia por falta de dinero. Había conseguido escribir mil páginas que no le llevaron más allá de la letra B. En el año 1958 retomó desde el principio el proyecto, que no abandonaría ya hasta 1973, poco antes de su muerte. Tras haber escrito once volúmenes todavía andaba por la letra G.
Paul Oilzum
En esta obra incomparable se encuentran algunos de los textos donde mejor resuena el espíritu de una ciudad tan inacabable y prodigiosa como el propio libro. Basta alquilar apartamentos en Estambul para experimentarlo.