Así como al menos a partir de la magnífica película de Tim Burton Ed Wood, que el escritor de Samoa Albert Hanover reputaba acaso uno de los mejores filmes de todos los tiempos, una de las razones de la aceleradamente menguante celebridad del incomparable actor transilvano Béla Lugosi (pese a el cariño y la admiración que su figura siempre ha suscitado entre ciertos sectores de la cultura menos convencional, de los que dan prueba no solo la película de Burton sino también, por ejemplo, la escalofriante canción de la Bauhaus en la que se anuncia su muerte, el tiempo no perdona a nadie, pasa implacable y rápido arrollándonos a todos, arrojando ilustres cadáveres a las sombrías criptas del olvido envueltos en cada vez más variados sudarios de amnesia) fue el hecho de haber rechazado el papel del monstruo de Frankenstein, que convertiría a Karloff en la nueva estrella que habría de eclipsarlo, por ser incapaz de apreciar en él—habla el dandy centroeuropeo que popularizó por primera vez la imagen del Conde Drácula—ni romance, ni glamour, ni presencia ni voz, ni drama, ni misterio.
De manera tal vez afín, parte de la fama del arquitecto catalán Enric Sagnier (1858-1931)— por la cantidad de panteones familiares construidos, por el dandismo vestido de espejos de su diseño del legendario bar del vampiricamente desaparecido Hotel Colón que ocupaba la esquina donde se tocan la Plaza de Cataluña y el Paseo de Gracia, por la condición nobiliaria que le fue otorgada debido al número de colegios e iglesias (sospechamos que con sus respectivas criptas) que hizo de manera gratuita o por el simbolismo sepulcral de buena parte de su obra verdadero Conde Drácula, tal vez, de la arquitectura modernista—proviene del hecho de que fue a él a quien inicialmente encargaron la Casa Milà.
Finalmente la hizo Antoni Gaudí, el Karloff particular de Sagnier, que pasó a convertirse, el resto es historia, en el arquitecto por excelencia de la Barcelona modernista. Aquel a quien, tan justificadamente por otra parte, todo el mundo recuerda.
En línea con su apuesta decidida de los últimos años por popularizar el conocimiento de la arquitectura (recordemos, entre otras, las muestras dedicadas a Palladio, Richard Rogers o el constructivismo soviético), el Caixafòrum de Barcelona intenta ahora sacar a Enric Sagnier, no en vano a él se deben edificios tan emblemáticos y representativos de la ciudad y de ese momento concreto de su historia como el templo del Tibidabo y el Placio de Justicia, del frío ataúd de la desmemoria con la interesantísima exposición La ciudad de Sagnier. Modernista, ecléctica y monumental, que podrá visitarse hasta el próximo ocho de enero http://obrasocial.lacaixa.es/nuestroscentros/caixaforumbarcelona/laciudaddesagnier_es.html
El nombre refleja suficientemente bien los rasgos que caracterizan la obra de Sagnier, arquitecto extraordinariamente prolífico autor de cerca de medio millar de edificios, cuyo estilo, partiendo del eclecticismo inicial propio de fines del siglo XIX fue dirigiéndose decididamente hacia el modernismo para desembocar en un tipo de arquitectura monumental extremadamente personal que prestaba gran atención al simbolismo.
La muestra se complementa, dos días por semana, con un itinerario guiado por quince de sus edificios más representativos. Es una ocasión extraordinaria de conocer mejor la ciudad cuando alquile apartamentos en Barcelona