A comienzos de 1998, como presintiendo su propia muerte, acaecida tan sólo unos meses más tarde, el poeta inglés Ted Hughes dio a la imprenta una colección de poemas-carta escritos en primera persona a lo largo de un periodo de más de 25 años y dirigidos casi en su totalidad a su primera esposa, la poeta estadounidense Sylvia Plath, quien había cometido suicidio 35 años antes.
Se trata de Birthday Letters (Cartas de cumpleaños), un libro de sobrecogedora belleza en donde por primera vez Hughes abordaba, desde el momento en que tal vez la vio por primera vez en el Strand de Londres en una foto de grupo de becarios Fullbright, la cuestión de la muerte y ausencia de Plath y la tensa, hermosa y dramática vida que ambos compartieron.
Por este poemario sabemos que tras su modesta boda el joyceano día de Bloomsday (16 de junio, fecha en que transcurre el Ulises) en la parroquia de St George of the Chimney Sweeps del londinense barrio de Holborn—en cuyo altar, donde Plath vio “los cielos abrirse y mostrar riquezas maduras para caer sobre nosotros, “Hughes, levitando a su lado, se vio “sometido a un extraño tiempo: el futuro hechizado”—ambos marcharon a París de viaje de novios.
Allí, mientras Plath revivía con entusiasmo el mito de la ciudad que debemos a Stein, Hemingway, Fitzerald, Miller y el resto de los americanos de la generación perdida, para Hughes, secretamente, sólo existía “la capital/ De la ocupación y la vieja pesadilla./ Leía cada cicatriz de bala en los sillares del Quai/ Con una siniestra sensación familiar,/ Y miraba fijamente la afligida manera en que el sol dejaba expuesta la acera/ Debajo…”.
No es difícil compartir las sensaciones del poeta inglés cuando se visita la capital de Francia. Al fin y al cabo en el imaginario de occidente, la ciudad siempre ha estado vinculada de alguna manera a la revolución y la guerra, bien se trate de las revoluciones burguesas que se desataron con los eventos de 1789, la Comuna de París de 1871—ya relatamos aquí como a Oscar Wilde le gustaba caminar por las ruinas quemadas del antiguo palacio de las Tullerías y comentar que cada una de esas piedras ennegrecidas era para él un capítulo de la Biblia de la democracia—las dos guerras mundiales, las luminosas, esperanzadoras, vibrantes semanas de mayo del 68 o los más recientes disturbios de las banlieues.
Ese precisamente parece ser el objetivo de la exposición Miedos en la ciudad que puede verse hasta el 17 de abril en La Monnaie de París http://www.monnaiedeparis.fr/, en palabras del periodista y académico Max Gallo, encargado de la presentación de la muestra—que exhibe imágenes reales y ficticias de la ciudad en pie de guerra—“ hacer explotar el decorado que es París” y recordarnos en estos tiempos particularmente amnésicos y asépticos que París es un campo de batalla.
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Paul Oilzum
Distribuida en tres grupos de imágenes (fotomontajes del reportero de guerra Patrick Chauvel, fotografías documentales de Paris Match y una recopilación realizada por Micheal Wolf de imágenes de la ciudad tomadas por Google Street View) es una exposición perturbadora y estimulante. No haría bien en perdérsela cuando alquile apartamentos en París