Todos los afortunados que hayan tenido la fortuna de haber leído Estambul. Ciudad y recuerdos, del escritor turco y premio Nobel de literatura Orhan Pamuk podrán sin duda dar fe de su extraordinaria habilidad para recrear una ciudad física por medio del recuerdo. También para hacer reflexionar al lector sobre la siempre compleja relación entre la literatura y el mundo que llamamos real y las diferentes maneras en las que la primera da forma al segundo al extremo que hasta cierto punto resulta imposible percibir la realidad sino es a través del filtro de la palabra.
Si en Estambul mencionaba esa característica diferencial de la ciudad consistente en no preservar sus monumentos con vistas a su exhibición pública prefiriendo en cambio integrarlos en el entorno como parte de un hábitat natural en medio del cual acontece la vida, la novela El Museo de la Inocencia reflexiona sobre las similitudes entre novela y museo en lo que ambos tienen de espacios en donde se conservan detalles de nuestras vidas que están condenados a desaparecer en el tiempo. Es para recordar el pasado que, según Pamuk, se coleccionan objetos.
En más de un aspecto, pese a tratarse de una novela de amor extrema que juega con las mismas convenciones de los melodramas, musicales y películas románticas que caracterizaron al cine turco en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta—convenciones que a su vez son descritas en el propio libro en un fascinante juego de espejos—es su novela más personal e íntima, con independencia de si el autor ha vivido o no las mismas peripecias sentimentales que el narrador de la historia.
Éste, miembro de una de las familias más ricas de la burguesía de Estambul sufre de un amor inextinguible por una prima suya más joven que él y de una clase social inferior que transforma su vida en un sonámbulo deambular de años y años por calles, cafés, restaurantes, bares, cines, tiendas y casas de la ciudad en busca de signos y objetos que ella haya tocado o le hayan pertenecido, creando con ellos un museo que es a la vez un mapa de los rituales y costumbres de la sociedad de Estambul y del corazón roto de un hombre que sólo haya solaz en tales objetos. O un intrincado tapiz que es al tiempo una exploración de la naturaleza de los vínculos que crea el amor y de las misteriosas razones que nos empujan al coleccionismo.
El libro, uno de cuyos personajes es el mismo Pamuk, se lee además como la guía del propio museo, que el escritor está creando en el barrio de Çukurcuma con objetos que evocan la vida cotidiana en la ciudad durante los años en que transcurre la novela.
Paul Oilzum
Se espera que el museo abra sus puertas en 2011. Si alquila apartamentos en Estambul tal vez no haya guía más especial que el libro que lo ha originado. No en vano el propio Pamuk ha afirmado en alguna ocasión que si en Estambul reflexionaba sobre la ciudad en el Museo de la Inocencia la muestra.