El subsuelo de muchas ciudades esconde auténticos tesoros, desde estaciones de otra época hasta las más modernistas y coloridas. El metro da para mucho. Sólo hay que sacar un billete, subirse a un vagón y empezar a viajar. Próximo destino: Una estación fantasma en Madrid, el lujo del metro de Rusia, los colores de una estación taiwanesa y las cuevas pintadas de Estocolmo.
By Rubendene
La estación fantasma de Chamberí (Madrid): Si cogéis La línea 1 de Metro y pasáis entre Bilbao e Iglesia, veréis que hay una estación a media luz y anclada en el siglo pasado en la que el tren no para. El hecho de que esté a escasos metros una estación de otra ha acabado con su abandono. No merecía la pena coger el metro porque el recorrido era muy poco. Más tarde, durante algunos años se convirtió en una casa ocupa. Es como si en la estación de Chamberí se hubiera parado el tiempo en el año 1966, cuando dejó de funcionar. Haréis un viaje al pasado gracias a que se conservan las taquillas de hace medio siglo, los andenes, las marquesinas publicitarias e incluso los billetes y las tarifas desde su inauguración en 1919. Desde luego, nada que ver con los precios de hoy día. Fue fantasma durante 4 décadas hasta que en el año 2006 fue reconvertida y rehabilitada. Ahora es un museo del Metro de Madrid y hay que decir que la visita es gratuita.
Estaciones de otra época en Rusia: Uno de los mejores ejemplos es Avtovo Station, en San Petersburgo. Esta estación, diseñada por Levinson e inaugurada en 1955, está repleta de columnas clásicas y numerosos elementos que representan el lujo: lámparas de araña en el techo y mármol blanco en el suelo. Y la segunda estación de metro que me gustaría destacar de Rusia es la Kiyevskaya Station de Moscú, que es un poco más antigua que la anterior. Es una caverna de inspiración barroca (tiene mosaicos por todas partes) y también lámparas de araña e incluso cuadros en las paredes. Más parece una galería de arte. Desde luego, pasear por cualquiera de sus andenes es como hacerlo por el salón de un palacio.
Las cuevas de Estocolmo: Es una fórmula que se repite en muchas de las estaciones de la ciudad sueca. Allí se mantiene la forma de la cueva y por lo general se pinta el techo y las paredes de colores muy llamativos, algunos fosforitos. Me refiero por ejemplo a dos estaciones: a Solna Station (teñidas de rojo y verde) y a Stadium Station (azul y blanca con figuritas) Esta última muy naif.
Las vidrieras de Formosa Boulevard Station, Taiwán: Es obra de Narcissus Quagliata, que se ha convertido en un artista muy reconocido gracias a la construcción en este lugar de la vidriera más grande del mundo. Y está allí, en Kaohsiung. Lo que más llama la atención es que cuenta nada más y nada menos que con 4.500 “cristalitos” repartidos en unos 2.100 metros cuadrados de superficie. La estación es una atracción turística en sí misma desde su inauguración en el año 2007, y sobre todo por su impresionante colorido.
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