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Caminando por las calles de Barcelona, tarde o temprano encontraréis unas escritas desorientadoras, impresas en la (mucha) basura de la ciudad. “El arte es basura”, leeréis en la puerta de un armario roto o en una estantería abandonada en la calle, y os preguntaréis qué querrá decir el autor con esa frase, si es la idea rápida de algún pasante o se trata de una obra de arte y quiera vehicular un contenido preciso. Os quedaréis con la duda hasta volver a encontrar más estanterías escritas y más bolsas de basura pintadas en distintas partes de la ciudad, entonces entenderéis que se trata de un proyecto específico y, preguntando por la calle o en el mundillo, descubriréis que el autor es el artista español Francisco de Pájaro (www.franciscodepajaro.net).
De Pájaro nació en Zafra, provincia de Badajoz, en el 1970. Empezó a pintar de adolescente, decorando locales hasta ingresar, en 1994, en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Mérida, donde permaneció un año y medió antes de dejar sus estudios y volver a su pueblo natal, donde alquiló su primer estudio-taller, y empezó a dedicarse a la pintura siguiendo una inspiración surrealista y cubista, teniendo como referentes a Francis Bacon y Pablo Picasso. Su primera exposición individual tuvo lugar en la galería de la Caja de Ahorros de Badajoz. Después de un trágico incidente en el que murió su colega y colaborador, decidió abandonar la compañía “Rotuletto” (dedicada al diseño corporativo y de interiores) para dedicarse a la pintura por completo. Vivió en Londres dos años, realizando dos exposiciones individuales en espacios independientes, y luego fijó su residencia permanente en Barcelona, ciudad que – según afirma – encuentra llena de estímulos para su obra.
“El arte es basura”, el himno al arte que ocupa toda su obra, es un slogan muy claro que abre un tema amplio y continuamente debatido en el mundo del arte contemporáneo. Sin duda, se trata de una fuerte crítica a la institucionalización del arte, que aleja las obras de la sociedad (y aleja el arte mismo de la vida cotidiana) para relegarlas a un mundo otro, elitista, que hace percibir el arte como aurático e inalcanzable, y donde la llamada élite ya no se distingue por su poder adquisitivo, sino por un supuesto conocimiento exclusivo, que le permite el acceso a las obras, que le permite de entenderlas y apreciarlas. Este concepto parte del presupuesto que se necesite de un gran conocimiento previo para poder acceder a la experiencia estética que las obras contemporáneas proponen. Francisco De Pájaro, al contrario, nos recuerda que el arte no es un objeto en sí, sino una manera de hacer algo, una acción o un gesto, y que tiene mucho más que ver con la vida cotidiana en sí, y con la capacidad de apreciación de aquello que nos rodea. Es un mensaje positivo que nos incita a desarrollar nuestra visión y a detener nuestra mirada un poco más sobre la belleza en todas sus absurdas manifestaciones, basura inclusive.
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Por esta razón, si sois amantes del arte, os recomendamos que encontréis alojamiento en Barcelona y recorráis por algunos días la ciudad en búsqueda de la obra de este artista.
