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La casa de Mozart en Viena

Eduard Mörike (1804-75)  fue un poeta romántico alemán algunos de cuyos más hermosos poemas alcanzaron una condición rayana con lo sublime en virtud a la música que compuso para ellos en la segunda mitad del siglo XIX el gran compositor de lieder Hugo Wolf.

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Precisamente en torno a la música gira su libro más bello y memorable, una novela corta de a penas 130 intitulada Mozart camino de Praga que relata el transcurso de un día en la vida del genial compositor austriaco. El libro en cuestión, publicado en 1856 con motivo del centenario del nacimiento del músico, no sólo es una de las primeras tentativas de trazar un retrato del carácter de Mozart. Probablemente sea uno de los libros más bellos jamás inspirados por el que para muchos es la personificación de la música misma y uno de los personajes más fascinantes de toda la historia de occidente.

En las páginas finales cruza por el personaje de Eugenie, la joven novia, un trágico pensamiento que ha informado una visión de Mozart, y con él de un buen número de las personas cuyo abrasador talento les hace adelantarse a su tiempo abrasando etapas, que perdura hasta nuestros días: “De repente se le volvió tan cierto, tan terriblemente cierto, que aquel hombre se estaba consumiendo rápida e irrevocablemente en sus propias brasas y que no podía ser más que una aparición fugaz sobre esta tierra, pues ésta no era capaz de soportar el exceso que emanaba”.

Pese al magistralmente musical juego de espejos y de voces de su composición, el argumento de la novela no es complicado: Mozart y su esposa Costanze paran un momento a descansar durante su viaje a Praga, donde el compositor va a dirigir su ópera Don Giovanni. Mientras pasea por el jardín de un palacio, en un episodio que de alguna manera sirve de precedente a la magdalena proustiana y los prodigiosos efectos de los episodios de memoria involuntaria, Mozart, preso del invencible poder de atracción de unas naranjas, arranca una de ellas del árbol del que colgaba estropeando así involuntariamente un regalo destinado a la fiesta de compromiso que ha de celebrarse ese mismo día en el palacio. Tras ser detenido por el jardinero, los señores de la casa lo reconocen e invitan junto con Costanze a la fiesta, donde interpretará por primera vez algunos pasajes de Don Giovanni. Al día siguiente, reanuda su camino hacia Praga.

Pocas veces como escuchando la música de Mozart se cobra una conciencia tan plena del carácter arquitectónico de la música y su asombrosa capacidad de crear espacios para que la imaginación los recorra y habite, de modo afín a como lo hace la memoria. Acaso por eso es tan extraña la sensación que se tiene cuando se visita en Viena la casa que habitó–él, cuyas infancia y adolescencia fueron tan nómadas y desarraigadas—con Costanze http://www.mozarthausvienna.at/

 

 

 

Paul Oilzum Only-apartments AuthorPaul Oilzum

Tal vez desee visitarla cuando alquile apartamentos en Viena En ella es de alguna manera imposible escapar de la sensación de que nuestros pasos resuenan en el interior de una caja musical con autómata que un niño ha visto en algún palacio durante un viaje que sólo acierta a recordar con un corazón que exalta la vida y sufre y suspira porque la vida pasa.