Resulta difícil no pensar en la banda estadounidense Pearl Jam, que ofrecerá sendos conciertos en la flamante caja mágica del Ziggo Dome de Ámsterdam los días 26 y 27 de junio http://www.ziggodome.nl/ como unos auténticos supervivientes. Después de todo son unos de los escasísimos grupos del estallido del llamado sonido Seattle de la primera mitad de los años noventa que permanece en activo, lo que no es decir cualquier cosa. Junto a Nirvana lideraron entonces el movimiento grunge, polarizado mediáticamente por ambas bandas en una rivalidad con más de un punto de semejanza a la existente en los años sesenta entre Rolling Stones y Beatles.
A diferencia de estos últimos, sin embargo, los miembros de Pearl Jam sí dieron señales de creerse el papel de antagonistas de Nirvana que les adjudicó inmediatamente la prensa, no obstante los muchos puntos de contacto entre ambos grupos, catapultados tan sorprendente como repentinamente a un estrellato masivo que para una parte importante de toda una generación se convirtió en poco menos que un estilo de vida.
Fue solo a raíz del suicidio de Kurt Cobain en 1994, incapaz de lidiar con el hecho de que su grupo se convirtiera en la banda más cosificada y popular del planeta, de vivir con el hecho de que la angustia existencial y la ira antisistema de sus memorables canciones fuera transformada en espectáculo y en un solicitadísimo objeto de consumo, que Eddie Vedder, el cantante y líder carismático de Pearl Jam, pareció darse cuenta de lo absurdo de haber contribuido de alguna manera al mencionado enfrentamiento con quien en el fondo era un par y un amigo con intereses comunes y una historia de marginalidad compartida.
La trágica desaparición de Cobain hace imposible saber qué rumbo hubiera tomado su música en el futuro, bien con Nirvana, en solitario o embarcado en otras aventuras—justo antes de morir planeaba hacer un disco con Michael Stipe, el cantante de R.E.M, en quien parecía haber encontrado un alma gemela—pero contra todo pronóstico Pearl Jam aguantaron el tipo y han seguido sacando un álbum cada tres o cuatro años desde aquella fatídica fecha. Son discos que han ido confirmando cada vez más, pese a compartir vaqueros, camisas de cuadros y otros distintivos de la estética “slacker”, lo que los separaba de la mayor parte de las bandas grunge de la época, vale decir su entroncamiento personal en una manera que podríamos llamar clásica de entender el rock duro, empezando por la inolvidable voz de Vedder, a menudo comparada con la de Jim Morrison y la espléndida guitarra de Mike Mc Cready, a diferencia de la capacidad de Nirvana, pese a su indudable deuda con grupos como los Pixies, de crear un sonido verdaderamente único.