Durante mucho tiempo se pensó en Gustave Courbet (1819-1877) como en el pintor revolucionario por excelencia. Por un lado estaban su profesión de hombre libre cuyo deseo era no depender de ningún poder o religión y su declarado activismo político—participó activamente en la Comuna de París encargándose de la administración de los museos de la ciudad, lo que le acarreó una pena de prisión y un posterior exilio que sería definitivo. Por otra, naturalmente, el escándalo que causaron algunas de sus pinturas más notorias, tales como El origen del mundo, representación en primer plano del sexo desnudo de una mujer abierta de piernas o El sueño (también llamado Las dos amigas o Pereza y Lujuría), que muestra a dos mujeres desnudas durmiendo abrazadas en actitud de dulce abandono después del amor, la cabeza de una de ellas descansando sobre el cuello de la otra.
Sin embargo, probablemente la verdadera revolución de su obra residió no en su evidente capacidad de epatar desafiando la pacata e hipócrita moral burguesa sino en su apuesta decidida, de manera no muy diferente al camino emprendido más de dos siglos antes por Caravaggio al optar por la verdad en detrimento de una noción osificada de la belleza, por no aceptar otro maestro que la naturaleza. De hecho fue una exposición suya en una choza en 1855 titulada Le Réalisme la que dio nombre al movimiento realista, marcando una línea divisoria de considerables consecuencias en la historia del arte moderno. Cuando Courbet se pintó a sí mismo en mangas de camisa como una suerte de vagabundo produjo una sacudida en el mundo de los artistas respetables y sus admiradores posiblemente no inferior a la provocada por sus escandalosos lienzos de contenido erótico. Courbet renunció deliberadamente a cualquier tipo de cliché y efecto fácil en sus cuadros movido por su firme determinación de entregarnos una representación del mundo tal y como éll lo veía, abriendo así el camino para una nueva generación de artistas dispuestos a ignorar las convenciones burguesas y seguir exclusivamente su propia conciencia artística.
Es este aspecto transformador del realismo lo que desea enfatizar la exposición llamada precisamente Realismo(s). La huella de Corbet que puede verse en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) de Montjuïc (http://www.mnac.cat/exposicions/exp_presents_f.jsp?lan=002&actualPage=null&id=00000055) hasta el próximo 10 de julio.
A pesar de la ausencia en la muestra de El origen del mundo, de la que puede verse sin embargo una proyección, el visitante podrá contemplar una amplia y significativa selección de cuadros de Courbet procedentes de museos como el Petit Palais, el Metropolitan, el Musée d´Orsay o la National Gallery, que se alterna con obras de otros pintores franceses y catalanes, amén de pinturas de Murillo, Ribera, Rembrandt y Velázquez. El objetivo fundamental es poner de manifiesto la influencia de Courbet en la pintura catalana de la época, centrándose en la obra de Ramon Martí Alsina, principal introductor de la renovación que supuso el realismo en el panorama artístico español.
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Paul Oilzum
Se trata de una estimulante exposición que invita a reflexionar sobre el alcance de la estética realista. Le recomendamos se acerque a vela cuando alquile alojamiento en Barcelona