En su admirable libro Mi vida sobre los tejados, el escritor de Samoa Albert Hannover tiene un recuerdo marginal y delicado, como la esquina de una miniatura, para el profesor de Filosofía que le cayó en suerte durante su año de estudios preparatorios para la universidad. Se llamaba Thomas y su actitud física en clase, no paraba de dar vueltas al aula mientras iba articulando un discurso de prodigiosa claridad, rimaba insuperablemente con los dibujos que en su libro de griego representaban a un par de filósofos peripatéticos, como dando la razón a Nietzsche en que es andando como mejor se piensa.
En una ocasión en la que Thomas parecía perdido en un delirio nostálgico por una época pasada admirable, Hanover se sintió movido a desafiarlo con una pregunta relativa al posible error de idealizar esos periodos que habían sido tan socialmente injustos y si no era de hecho más adecuado considerar que en todas las épocas históricas las diferentes civilizaciones se habían comportado más bien de forma monstruosa con buena parte de la humanidad.
Sin abandonar su aire melancólico, Thomas suspiró, de una forma que Hanover después asociaría a Joseph Cotten durante su inolvidable discurso acerca del automóvil en The Magnificent Ambersons de Orson Welles, y aceptó que aquello era muy posible pero que sin embargo él no podía dejar de sentir que en algunos lugares y tiempos (la Atenas de Pericles, la Florencia del Cuatroccento..) lo que llamamos cultura expresaba una cierta toma de conciencia de la dimensión artística de la existencia, de la aspiración de vivir la vida como si fuera un arte, y era esa sensación de arte de vida lo que las hacía a sus ojos mejores y especiales.
Como para ilustrar el caso, a través de una deslumbrante selección de obras de arte del periodo que convive con la muestra de objetos coetáneos propios de las transacciones comerciales y financieras, la magnífica y original exposición Dinero y belleza. Los Banqueros, Botticelli y la hoguera de las vanidades, que puede visitarse en el magnífico Palazzo Strozzi hasta el próximo 22 de enero http://www.palazzostrozzi.org/SezioneDenaro.jsp?idSezione=1214 intenta demostrar como, a diferencia de la mayoría de los grandes magnates actuales, los mercaderes y banqueros florentinos renacentistas intentaron durante buena parte del siglo XV conciliar sus formidables ganancias con la salvación del alma, invirtiéndolas en arte, a modo de redención personal por medio de de la belleza y el bien común de la ciudad.
De esta forma, gracias al arte, el dinero podía participar de lo sagrado en una ecuación que tenía al mismo tiempo mucho de alquimia, como es propio de una época marcada esencialmente por el cultivo y desarrollo de la magia, la astrología, la cábala y el pensamiento hermético. El dinero, concretamente el fiorino de oro, germen del comercio europeo, como elemento de transmutación de la materia hacia la más noble de las ideas platónicas, la belleza, fuente y fundamento de toda bondad.
Se trata de una exposición peculiarísima que no sólo deslumbra por la riqueza de los objetos que en el Palazzo Strozzi (en su calidad de obra maestra de la arquitectura civil florentina del periodo podría argüirse que esencialmente una pieza más de la muestra) pueden contemplarse durante la misma, además invita seductoramente a reflexionar. No se la pierda cuando alquile apartamentos en Florencia