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Las interacciones entre el arte contemporáneo y otras disciplinas, es evidente, se han hecho cada vez mas frecuentes. Los límites se desdibujan, y ya no es posible trazar una línea que separe dos distintas disciplinas, entre el arte como “bellas artes” o como “artes decorativas”, entre diseño y arte, entre cocina y arte.
¿Cocina? ¿Es posible proponer la cocina como arte? La respuesta es si, evidentemente, si se considera una cierta tendencia en el arte contemporáneo que se ha volcado en una “estética relacional”, tal como la definió el crítico y curador francés Nicolas Bourriaud. Se trata de prácticas artísticas que involucran fuertemente al espectador (creando relaciones específicas con la obra, que deja de existir en cuanto tal sin la participación de un público) y que recientemente se han volcado al mundo de la cocina, es decir, una situación de agregación social y unión por excelencia. El primero en abrir esta tendencia fue el tailandés Rikrit Tiravanija, llevando su wok directamente a las galerías y cocinando para los visitantes. La obra de Tiravanija no ha sido puesta en discusión en cuanto arte, ya que desde su comienzo tuvo la intención de ser considerada una acción artística, y es sabido que la “intentio” del autor – como la llamaban los latinos – es hoy una de las pocas posibilidades que tenemos para discernir lo que es arte y lo que no (aunque en ciertos casos parece que también esta distinción haya dejado de ser relevante).
La duda que se pone frente al trabajo de Ferran Adrià es algo diferente. Cuando, en el 2007, fue invitado a la importante feria internacional de arte Documenta 12 (en Kassel) su participación despertó sentimientos contrastantes, y un poco de rabia en los artistas “ortodoxos” que habían quedado fuera de la exhibición. Se subrayó que su rol es ser cocinero, no artista, y que no es suficiente un alto grado de técnica e invención artesana, para que la producción se vuelva arte. Sin embargo, este cocinero catalán (nacido en Hospitalet de Llobregat en el 1962) ha introducido importantes cambios en la concepción de la cocina, muchas veces trabajando a partir de la experiencia sensorial de sus comensales (es decir cuidando en cierta forma de la experiencia “estética” del comer), hasta ser comparado con Picasso y Mirò por su “trascendencia en su disciplina creativa” por el profesor Christopher Fynsk de Aberdeen . En su templo de experimentación, el restaurante El Bulli, ha trabajado en la “deconstrucción”, descontextualizando esta práctica del mundo del arte. La misma consiste en aislar los diferentes ingredientes de un plato de-construyéndolo y volviéndolo a recomponer de manera distinta, inusual, cambiando su textura y presentación pero dejando inalterado el gusto. Hoy El Bulli sigue funcionando y atrayendo a una enorme cantidad de visitantes, aunque cada año solo alrededor de 8000 personas tienen el privilegio de sentarse a sus mesas. En paralelo, Adrià sigue su investigación en la Fundación Alicia, en Barcelona, donde un grupo de expertos y científicos trabajan en la optimización de técnicas cuales la “esterificación” y la creación de espumas utilizando los sifones y el nitrógeno líquido.
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Si quieren ir a conocer este proyecto controversial e innovador, pueden alquilar apartamentos en Barcelona e intentar dar una respuesta a la histórica – y muy contemporánea – pregunta: ¿Qué es el arte?
