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Lord Chandos y La Viena de Hugo Von Hofmannsthal

En el frontispicio del espléndido edificio de bella contundencia cúbica diseñado por Joseph Maria Olbrich hacia 1898 como sede de las actividades y exposiciones de la Sezession vienesa, junto a las inevitables referencias de la época a un cierto misticismo panteísta fascinado por la naturaleza, puede leerse aún la célebre inscripción “A cada tiempo su arte, a cada arte su libertad”, una auténtica declaración de principios que afirmaba la necesidad de un arte nuevo propio de los nuevos y revolucionarios tiempos.

lord chandos

Pues no sólo Viena, pese a la ciega obcecación con que el historicismo de los edificios de la Ringstrasse se negaba a reconocerlo, o Austria, sino el mundo entero había cambiado y en todos los campos del saber, la tecnología, la psique y la cotidianidad humanas se iban imponiendo nuevos paradigmas dramáticamente diferentes de todo lo dado por supuesto con anterioridad, al menos en el pasado conocido.

Dios había muerto, la psicología y la sociología se abrían insistentemente paso, el avance de la ciencia batía récords casi a diario estableciendo nuevas fronteras que eran rápidamente a su vez sobrepasadas en los dominios del transporte, la medicina, las comunicaciones… Al mismo tiempo se iba consolidando toda una nueva física de carácter no newtoniano, interesada por el átomo y sus partículas, que llevaba forzosamente a conclusiones que implicaban una cosmovisión absolutamente novedosa de las cosas.

En el terreno del pensamiento, es el tiempo de lo que se ha llamado posteriormente la filosofía de la sospecha, sustentada básicamente en tres grandes pilares, Nietzsche, Freud y Marx (pues naturalmente las implicaciones políticas eran también inevitables). En todos los casos, el propio lenguaje no podía quedar incólume, renovándose el eterno debate acerca de la relación entre las palabras y las cosas.

Este es el contexto en el que el escritor vienés Hugo von Hofmannsthal—siempre interesado por las atmósferas fluctuantes en donde desaparecen las distinciones creadas por el lenguaje—publicó, en 1902, uno de los libros más bellos y perturbadores de todo el siglo veinte. Posiblemente también uno de los más influyentes. Se trata de la célebre Carta de Lord Chandos, un pequeño texto de apenas 30 páginas donde el narrador—el Lord Chandos del título, un supuesto escritor aristócrata inglés del fin de la época Tudor discípulo de Francis Bacon, destinatario de la carta (se ha señalado que al situar a su personaje en esta coyuntura histórica del Renacimiento tardío Hofmansthal establece una analogía con su propia época, el finis Austriae, en lo que ambas tienen en común de perdida de centros referenciales)—anuncia en este su último texto su renuncia definitiva a la escritura, sintetizando de manera fascinadora lo esencial de la crisis de confianza en la naturaleza de la expresión literaria propia de finales del diecinueve. Crisis que será el germen de buena parte de lo mejor de la literatura posterior, aún ocupada hasta hoy día en reescribir desde ese mismo punto de no retorno el lenguaje mudo de las cosas.

 

 

 

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Si Lord Chandos abandona la escritura, es por el “raudal de vida superior” que afluye a las cosas. Intente disfrutarlo al máximo cuando alquile apartamentos en Viena la ciudad de Hofmannsthal.