Lo mejor de la vida te llega cuando no lo esperas…
Cuánta razón llevan los que dicen que lo mejor de la vida te llega cuando no lo esperas. En todas las facetas de nuestra vida, hemos tenido sorpresas muy gratas que no nos esperábamos y es precisamente este hecho lo que las convierte en especiales. Con los viajes es exactamente lo mismo. Aunque las guías van muy bien para encontrar restaurantes y bares además de algún lugar recóndito, también es recomendable dejarla de un lado para perderse por un lugar, caminar sin rumbo e ir con la mentalidad exploradora.
Recientemente en Ámsterdam me ocurrió algo parecido. Al salir de un bar, giré a la izquierda en vez de a la derecha para volver a mis apartamentos. Caminé unos 10 minutos hasta darme cuenta de que no reconocía nada (era de noche, ¡todo hay que decirlo!). Quería dirigirme hacia el centro desde el barrio de Binnenstad, cerca de la plaza Dam, pero me fui al revés, y descubrí el precioso barrio de Grachtengordel, con sus tranquilos canales y preciosas casas a sus orillas. Al final, me entretuve caminando por sus calles arriba y abajo, habiendo descubierto lo que ahora es mi lugar favorito de una ciudad a la que ya había estado muchas veces.
Curiosamente, algo parecido me sucedió en París. Viajando con uno de mis amigos que poco conocimiento de idiomas tiene, entramos en un taxi y le dijo al taxista: «À la cathédral!«. Pensando que nos íbamos a Notre Dame, el taxista pensó (igual me equivoco) que haría unos euros de más llevándonos a la otra ´catedral´ de la ciudad, el Sacré Coeur. Con 17 años, era uno de los primeros viajes que hacíamos y no conocíamos demasiado de París. El taxista nos dejó a las escaleras de la basílica y, al ser media tarde ya, las subimos para ver no solo un elemento arquitectónico impresionante al que no teníamos planeado visitar (2 días en París no da para mucho) sino a todo un barrio que tengo que visitar cada vez que piso París: Montmartre. Sus calles adoquinadas y tranquilas plazas con terrazas para tomar un delicioso noisette es sin duda lo mejor de París. Luego, cuando cayó el sol, los bares se llenan de ambiente que, para mi, es mejor que en el Marais o en el Barrio Latino. Quizás lo hubiese descubierto más tarde pero encontrarme con eso por sorpresa fueron los mejores 20€ de más que he pagado en toda mi vida.
Foto: MrJamesAckerley
Venecia es otra de las ciudades que tienes una sorpresa en cada esquina. Sus calles entramadas bordeadas por canales hacen que no solo el lugar sea pintoresco sino que también esté lleno de sorpresas. Si se abandona los centros turísticos de San Polo y San Marco, las calles no están tan bien indicadas y es entonces cuando tienes que caminar por su laberinto de calles y encontrar perlas de la ciudad en barrios como el Dorsoduro, Castello o Canareggio. Deambular por Venecia es una aventura en si, y se descubren pequeños bacari de barrio con venecianos con pelo blanco tomando algo y jugando al dominó. Entrar al Palazzo Ducale vale unos 16€; perderse por el laberinto veneciano de Canareggio y descubrir un auténtico bacari veneciano por casualidad? Eso, no tiene precio.
Recuerda: no lo busques y lo encontrarás.
Busca apartamentos bonitos en París y olvídate de traer guías. Descubre la ciudad tu mismo siguiendo a tu instinto y encontrarás las verdaderas maravillas.