De un tiempo a esta parte parece ser cada vez más imparable el avance de los mundos de lo pequeño, lo minúsculo, lo diminuto. Tanto en el mundo de la ciencia de vanguardia, dominado por las investigaciones cuánticas en torno a las invisibles partículas subatómicas y los avances cada vez más decisivos en los dominios de la nanotecnología, como en el de las comunicaciones, obsérvese el auge imparable de los mensajes de texto y su decidida tendencia hacia formas cada vez más reducidas, como en el de la creación artística se va por el camino trazado por escritores como Lichtenberg, Nietzsche, Monterroso o Robert Walser, autor entre 1924 y 1932 de varios cientos de páginas escritas a lápiz conocidas como Microgramas en las que lo que se reducían no eran necesariamente las frases sino el tamaño de la letra, que va menguando hasta un punto en que se hace ilegible—más de 15 años les llevó a los estudiosos de su obra Werner Morlang y Bernhard Echte descifrarla de manera convincente.
El propio Walser parece haber sugerido en una carta que su decisión de pasar a escribir a lápiz unas letras tan ridículamente diminutas tenía en cierto modo que ver con cierta aspiración o deseo de entregarse a la disolución de la escritura misma, a través de la cual es posible entrever la apertura de algún tipo de acceso a otra cosa que la justifica. Lo cierto es que los microgramas se ocupan de los asuntos habituales en el escritor suizo, entre los que no es el menor, junto al gusto por el paseo y las divagaciones, la pasión por los detalles y lo efímero. Se trata de toda una estética que ha caracterizado buena parte de la vanguardia artística de los últimos cien o ciento cincuenta años, una manera de estar en el mundo que resuena poderosa pero levemente en el libro de Vila- Matas Historia abreviada de la literatura portátil, volumen de poco más de 100 páginas cuya importancia ha ido creciendo en las últimas tres décadas de manera inversamente proporcional a su insignificante tamaño.
En otro orden de cosas, junto a la publicación cada vez más frecuente de Micrologías o breves Historias de las Artes Mínimas, proliferan últimamente expresiones como el microteatro o la micropoesía.
El Palau de la Música Catalana, una de las joyas más rutilantes de la arquitectura modernista, parece sumarse durante este verano a esta tendencia, ofreciendo diariamente a lo largo de agosto un peculiar programa de microconciertos de treinta minutos de duración llamado Palau 30´ (http://wwww.palaumusica.org/Noticias2011_N_20110727_Palau30-es_ES/seccion=443&idioma=es_ES&id=2011072619030001&activo=8.do).
La calidad es el único factor denominador común de los artistas elegidos, cuyo espectro va desde leyendas de la música popular catalana como la mallorquina María del Mar Bonet a un tributo al jazz de vertiente gitana de Django Reinhardt pasando por un interesante recital catalán-japonés de piano y castañuelas.
Son sólo algunas de la propuestas de este interesante programa que no debe perderse cuando alquila alojamiento en Barcelona si cree usted en el proverbio español que dice que lo bueno, si breve, es dos veces bueno.