Como muestra de lo peculiar, que algunos tal vez prefieran llamar raro o extravagante, de la manera de ser y trabajar de Will Oldham, también conocido por el nombre escénico de Bonnie “Prince” Billy, uno de los creadores de música popular americana más prestigiosos, reputados e interesantes de los últimos veinte años, podemos tal vez citar, entre innumerables ejemplos, el hecho de que en alguna ocasión ha citado a Russ Meyer y a Robert Duvall como dos importantes influencias en su obra. No en vano el futuro Bonnie “Prince” Billy (sólo creó el heterónimo, movido en apariencia al principio por razones meramente fonéticas que acabaron teniendo impredecibles sentidos ocultos y ramificaciones poco a poco desvelados, en el penúltimo año del siglo XX) empezó su carrera artística interpretando el papel de un predicador adolescente en la película de John Sayles Matewan (1987) cuando tenía diecisiete años.
De Duvall ha declarado admirar sobre todo su presencia como interprete, esa facultad especial que tienen ciertos actores (y actor es todo cantante, especialmente sobre un escenario) de convertir todo aquello en lo que están en algo interesante en virtud únicamente de su capacidad para encontrar maneras de que parezca personal y único.
Las razones por las que parece admirar a Meyer pueden quizás rastrearse en la conmovedora canción I See a Darkness que en 1999 dio nombre a su primer disco de la era Bonnie “Prince” Billy y fue versionada memorablemente un año más tarde, con Will Oldham a los coros—tal vez la mejor parte del excelso tema, el modo en que se entrecruzan ambas voces—por Johnny Cash en el álbum American III: Solitary Man.
Comenzando con un recuerdo de las muchas veces que se han emborrachado juntos y compartido pensamientos, el narrador de la canción interpela a un amigo confesándole que si le ama tanto es porque espera que algún día no lejano (y la urgencia de la palabra “pronto” resulta particularmente ambigua y punzante) pueda salvarle de una cierta clase de oscuridad que, como una terrible imposición que asciende por su interior hasta llenarle la mente de tinieblas, no puede evitar ver algunas veces. Se trata, aprendemos muy pronto, de una persona llena de amor por la gente y la vida, que espera cosas felices de ella, así como cierta tranquilidad de alma, y que no está dispuesto a entregar su impulso vital. Y sin embargo en ocasiones lo vence esa amenazante visión de la oscuridad de la que espera, casi implora, su amigo le salve. Pronto. La música es apropiadamente fantasmal y extraordinaria.
De un modo tal vez no muy disímil, Bonnie “Prince” Billy—que tocará en el Casino de l´Aliança del Poble Nou el próximo 27 de octubre (http://www.songkick.com/concerts/10239943-bonnie-prince-billy-at-casino-de-lalianca-del-poble-nou) ha declarado admirar a Russ Meyer, además de por la concepción holística y el cariño y cuidado de artesano con el que trata su arte, por la facultad de sus películas de introducir siempre inevitablemente un elemento negro en medio de sus fantásticamente vibrantes color, luz, explosividad, exhuberancia y belleza.
Si alquila apartamentos en Barcelona por esas fechas, no se lo pierda. El panorama musical actual no ofrece muchos conciertos tan prometedores e impredecibles ni muchos artistas tan cautivadores e inclasificables.