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La alcazaba de Málaga

Decía Nietzsche en su característico e incomparable estilo enfático, usando todo el poder de la hipérbole para, como corresponde a un artista, darle a la idea fuerza dramática, que él a sus amigos y personas queridas no les deseaba felicidad ni una vida exenta de peligros, riesgos, dolores y padecimientos, sino todo lo contrario. Porque él deseaba que las personas que amaba apuraran hasta la última gota de la vida, que se embriagaran de sus perfumes más arrebatadores y estimulantes, y esto sólo era posible del lado peligroso de las cosas. Únicamente el que ha sufrido mucho es capaz de experimentar y reconocer el verdadero placer, únicamente el que sabe lo que es el padecimiento es capaz de comprender la grandeza del devenir y su juego infinito de contrarios, es decir, apreciar la vida en lo que realmente vale, en la victoria musical de toda su ubérrima e inefable sobreabundancia.

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A menudo ilustraba este concepto con el ejemplo de sus paseos por la montaña—no en vano durante uno de ellos “a seis mil pies de altura sobre los hombres y el tiempo” tuvo la revelación del eterno retorno que generó el Zaratrusta y gran parte de lo más estimulante, seductor y poderoso de su sobrecogedora obra. Los paseos por la montaña son duros y cansados, el cuerpo se expone a peligros y fatigas, el tiempo no siempre es nuestro aliado, y los rigores de la escalada pueden llevarnos a la desesperación en más de una ocasión, pero sólo arrostrando todo esto somos capaces de llegar a la cima y entonces, desde la cumbre, se nos ofrece una visión maravillosa y clara que valoramos intensa, profunda y delicadamente precisamente porque para llegar hasta ahí hemos debido pasar antes por momentos muy duros que son inseparables, desde arriba lo comprendemos bien, de la montaña y las vistas que nos ofrece una vez coronada.

Todo está enamorado, ensortijado, enlazado. Gira y gira la eterna rueda del ser. Es entonces cuando nos sentimos capaces de gritar como Zaratrusta, “de modo que esto era la vida. Pues ale, venga, otra vez” es entonces cuando  aprendemos a amar nuestro destino y repetiríamos todo lo vivido, exactamente igual, una y otra vez pues sin ello no hay acceso posible a este momento de plenitud inexpresable.

Algunos lugares del  mundo parecen existir tan solo para ilustrar estas nociones. Entre ellos pocos son más seductores y bellos que la Alcazaba de Málaga. Construida en el siglo XI, es probablemente la más importante obra militar musulmana conservada en España.

Para llegar a su sector más alto, donde se encuentra el castillo de Gibralfaro, hay que realizar una escalada heroica y prolongada (al menos treinta minutos a un paso rápido) a través de tres recintos concéntricos amurallados y ocho puertas fortificadas de las cuales dos son en recodo. Es un paseo extenuante que sin embargo ofrece una compensación inmejorable una vez se alcanza la cima, desde la que tenemos unas vistas de la bahía, el monte y la ciudad entera de Málaga conmovedoras más allá de las palabras.

 

 

 

Paul Oilzum Only-apartments AuthorPaul Oilzum

Tomarse un té de menta moruno en lo alto del castillo rodeado de flores aromáticas no dista mucho de sentirse recibido en el paraíso. No pierda la oportunidad de hacerlo cuando alquile apartamentos en Málaga