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El círculo del tranvía número 2

Desde el final de la devastadora guerra que asoló la antigua Yugoslavia en la última década del siglo veinte, Belgrado ha ido recuperando su anterior magnetismo como foco turístico y cada vez son más los viajeros, no solo como suele ser habitual de las vecinas Croacia, Eslovenia, Bosnia, Herzegovina y Montenegro, que deciden visitarla. Entre ellos abunda el turismo joven y son sobrados entre este los motivos para elegir la capital de Serbia como destino vacacional. No en vano, se trata de una de las ciudades más importantes de la antigua civilización danubiana, y tanto su privilegiada situación geográfica justo en la confluencia del gran río centroeuropeo por excelencia con el Sava como su larga, rica y multicultural historia proporcionan sobrados motivos para justificar más de una visita.

circulo <b>tranvia</b> <b>2</b> belgrado

A menudo los viajeros se sienten inevitablemente reclamados en la ciudad por lugares memorables como el Templo de San Sava, la torre Genex, la calle Knez Mihailova, la iglesia de San Marco, el barrio bohemio de Skadarlija, la Academia de las Artes y las Ciencias de Serbia, el Museo Nacional o la mezquita de Bajrakli. Sin embargo, entre ellos es cada vez mayor el número de los que, gracias principalmente al boca a boca,  deciden incluir en su lista de lugares a visitar algo tan  inasible, cambiante y poliédrico como una ruta, en concreto el itinerario circular de la línea número dos del sistema de tranvías público de la ciudad, coloquialmente conocido como El círculo del dos.

Se trata de un círculo espacial que partiendo y terminando en el hermoso y evocador muelle de Pristanište traza el contorno del corazón mismo del centro de la ciudad precisamente en el lapso que las manecillas de un reloj analógico recorren minuto a minuto su esfera, es decir una hora. Una hora que pasada de esta manera devuelve plenamente al tiempo su naturaleza de aventura circular. Sólo que como en todo círculo el comienzo y el fin no pueden sino ser ilusorios y a bordo de este tranvía casi mágico que nos enseña invariablemente desde la superficie el lado más genuino y profundo de la ciudad y toda una manera de entender el mundo en clave de eterno retorno, sentimos toda la fuerza del adaggio medieval que informa tanto el milagro simétrico de la música polifónica de Gillaume de Machaut como las variaciones Goldberg de Juan Sebastián Bach: “Mi fin es mi comienzo”.

Por menos de un euro, este periplo proteico nos hará atravesar los barrios de  Vukov Spomenik y Slavjia. El primero, abundante en cines y teatros, retiene de alguna manera el mismo aire misterioso que tenía en los años treinta del siglo veinte, cuando los masones yugoslavos decidieron establecer en él su Gran Logia y las autoridades empezaron a construir un campus universitario. El segundo, destacado por sus ejemplos de arquitectura civil socialista, es una de las grandes zonas comerciales de la ciudad.

 

 

 

Si alquila apartamentos en Belgrado por días y desea tener una experiencia inolvidable fuera de lo estrictamente convencional, tal vez se decida a emprender sin vértigo esta muy peculiar singladura circular.