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En una ocasión, con motivo de la entrada en el nuevo milenio, haciendo un repaso evaluatorio a la música popular de los años noventa del siglo veinte, un prestigioso crítico musical británico se refirió al álbum de Radiohead The Bends (1995) como el mejor disco de la década pero optó por no incluir a su sucesor en el tiempo, el colosalmente aclamado por crítica y público OK Computer (1997) en la lista de los destacados. Preguntado por las razones de tan clamorosa omisión, respondió que OK Computer simplemente era el mejor álbum de todos los tiempos. Pese a la magnitud de la hipérbole y al margen de cualquier consideración acerca del grado de verdad que pudiera o no contener semejante declaración—la crítica musical, como la filosofía, la literatura, el arte, la ciencia y cualquier otra actividad creativa no se ocupan en absoluto de la verdad como bien debería saberse—no resultaba particularmente difícil entenderla en su justo alcance, vale decir en su sentido expresivo, dramático, en cuanto reflejaba el formidable impacto que ambos trabajos tuvieron en el mundo de la música rock de la era post-grunge justo cuando empezaban a ser visibles en él los signos de cosificación dominantes en los años siguientes.
Radiohead, que ofrecerán un concierto a ocho kilómetros de Nueva York en el Prudential Center de Newark, New Jersey, el próximo uno de junio (http://radiohead.com/tourdates/01-06-12_newark-nj), no desearon ser víctimas de su propio, inesperado triunfo. Sus discos hasta ese momento habían descrito una suerte de tristeza melancólica, reflexiva y crítica cercana a lo depresivo donde el lirismo y el arte se ofrecían en toda su potencialidad resistente frente a los estragos de un orden político y social injusto, del carácter despiadadamente destructor de nuestra economía, de la deshumanización de la vida, de la plastificación de la existencia, del desamor, del paso del tiempo, de la muerte…
Verse convertidos de repente en música de ascensor y supermercado, en parte protagonista del espectáculo, en producto fácilmente asimilable, en número uno de ventas, causó una crisis en el grupo a la que respondieron de manera adecuada procurando su propia desaparición—un asunto recurrente en las canciones del grupo, piénsese por ejemplo en How to Disappear Completely o en Weird Fishes/Arpeggi—a la manera tal vez en la que se desaparece a través del tipo de arte y escritura que realmente cuentan.
Empezó entonces una etapa fascinante y obscura cuyo primer objetivo fue quitarse de encima la mayor parte del lastre, alejar a todos esos seguidores adosados por la inercia del mercado y del momento. A partir de ese instante existe permanentemente la sensación de que Radiohead podrían desaparecer también físicamente cualquier día de estos, que cada nuevo disco, anunciados por sorpresa de innovadoras maneras vinculadas a las posibilidades que ofrece la red, bien pudiera ser el último.
Paul Oilzum
Peligro que es aún mayor en lo que atañe a las giras, razón por la que una cierta atmósfera de Apocalipsis sublime rodea cada uno de sus a menudo inolvidables conciertos, como podrá percibir si alquila apartamentos en Nueva york por estas fechas.
