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Expo Bigger than Life en Viena

Tal vez más un estilista con la intuición necesaria para refinar y extender las técnicas  y métodos cinematográficos ya existentes combinándolos con las convenciones del arte, la literatura y el teatro victorianos que un verdadero innovador, lo cierto es que es difícil discutirle a David. W. Griffith el título honorífico de “padre del cine”, si atendemos a la manera en que su amplísima obra moldeó decisivamente el lenguaje y la sintaxis prevalentes en la realización de películas durante más de cincuenta años partiendo de los elementos más básicos del oficio.

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El gran director austríaco Eric von Stroheim, responsable de algunos de los filmes más memorables de todos los tiempos, que en sus comienzos, tras haber empezado trabajando como extra, llegó a ser ayudante de dirección de Griffith, dijo de él que se encargó de poner poesía y belleza en lo que hasta entonces era una forma de entretenimiento barata, chabacana y hortera.

Pues lo cierto es que eso era el cine esencialmente en aquellos primeros confusos años del siglo en América; las películas eran productos de consumo rápido que se compraban por metros y se exhibían como parte de espectáculos de vodevil  y variedades o en barracas de feria. Algunos de esos primeros exhibidores de poca monta que esperaban hacer algo de dinero con lo que todavía era esencialmente considerado una novedad de mala fama y escaso prestigio completamente alejada de toda pretensión artística (es célebre la afirmación de un  afamado crítico de teatro en 1905 referida a la conveniencia de fusilar a cualquiera que disfrutara genuinamente una película) se convirtieron sin embargo en un plazo no excesivamente largo en los máximos magnates y dominadores del imponente y deslumbrante Imperio de Hollywood, cuyo poderosísimo ascendiente se apoderaría en poco tiempo de los sueños y el inconsciente entero de la mayor parte de los habitantes del planeta. El rígido control que acabaron ejerciendo en todos y cada uno de los aspectos del cine americano fue paradójicamente responsable en alguna medida del ostracismo del propio Griffith, cuya obra, tras el fracaso comercial de Intolerancia en 1916, tan colosal y desmesurado como los propios decorados y ambición de la película, se vio sofocada por las restricciones impuestas por el sistema de los estudios.

Estos hombres (Zukor, Fox, Mayer, Laemmle, los hermanos Warner…),  en más de un respecto auténticos inventores de Hollywood, que gracias a su temeridad, perspicacia y tino para los negocios consiguieron salir vencedores de las guerras comerciales por el control de las patentes de la primera década del siglo, eran mayoritariamente—al igual que el propio von Stroheim—emigrantes europeos de primera generación de origen judío.

A ellos, así como a la evolución de la presencia judía en Hollywood, dedica el Museo Judío de Viena una interesantísima exposición hasta el próximo 15 de abril http://www.jmw.at/en

 

De aquellos pioneros responsables de la fabricación de las imágenes que asociamos con el sueño americano a artistas como Woody Allen, Barbra Streisand o los hermanos Coen, se trata de un sugerente recorrido que tal vez desee realizar cuando alquile apartamentos en Viena