2012 parece propicio para la relectura de Edgard Allan Poe. Desde su mismísimo umbral hay algo en él que parece presagiar catástrofe y decadencia. Si relatos como La verdad sobre el caso del señor Valdemar o La caída de la casa de los Usher podrían parecer, entre tantos otros, elecciones obvias para ilustrar de diferentes maneras la creciente sensación milenarista de fin del mundo y de toda una época enfrentada a una crisis sin precedentes que persiste monstruosamente en engañarse a sí misma en un trance afín al causado por las artes del mesmerismo, sólo temporalmente capaces de hurtar la visión de la más espantable descomposición y putrefacción internas (calentamiento global de la tierra y crisis energética incluidas), la manera en la que películas como la extraordinariamente poderosa Melancolía de Lars von Triers hacen rimar la depresión con el advenimiento del fin simbólico o literal del planeta anunciado fatalmente por el siempre sorprendentemente preciso calendario maya trae a las mientes de modo subliminal e inconsciente algunos de los textos de ciencia-ficción y especulación psicológico-filosófica menos conocidos del admirable escritor norteamericano, el misterio horripilante de cuya muerte aún hace que las calles de la ciudad de Baltimore se estremezcan.
Un misterio sólo comparable al de la enigmática y abrupta desaparición acaecida en el desconcertante y controvertido final de ese viaje a los límites del mundo que es la Narración de Arthur Gordon Pym. ¿Tuvo Poe que abandonar por alguna razón el relato en el momento culminante o más bien de manera pionera quiso dejar una obra abierta una vez llevados los acontecimientos narrados a un punto que ningún lenguaje podía alcanzar ya para dar cuenta de ellos—excepto tal vez el célebre y ominoso “¡Tekeli-li!” de la manada de pájaros gigantescos que surcan el cielo antes de que se abra el abismo de la catarata ante los protagonistas dejando entrever la visión de aquella figura gigantesca y velada cuya piel tiene la perfecta blancura de la nieve?.
Asunto de tan capital importancia en Poe, la desaparición parece haberse convertido hoy, en efecto, en una preocupación esencial de nuestra crepuscular época. No es por tanto tal vez casual que el último e interesantísimo disco de la artista balear de origen andaluz y macedonio Maika Makovski—quien ofrecerá un concierto en la sala Apolo de Barcelona el próximo 19 de enero http://www.sala-apolo.com/agenda.asp?whh=5820 lleve precisamente por título Desaparecer, nombre de la obra teatral de Calixto Bieito inspirada en las obras de Poe de la que ha sido recientemente coprotagonista.
Makovski, de lejos una de las figuras más seductoramente creativas del panorama de la música española contemporánea, se sintió tan productivamente embriagada por los textos de Poe, que no podía dejar de leer obsesivamente, durante los ensayos y representaciones que compuso quince canciones en un mes de una manera extraordinariamente fluida. Doce de ellas conforman el disco.
La mayor parte son espléndidas y pese a su aparente oscuridad y desgarro están investidas de una prodigiosa sensación de amor y transparencia. Si alquila apartamentos en Barcelona por esas fechas encontrará pocos conciertos tan genuinamente atractivos.