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GLOBAL SHORT RENTALS

Misterios de Lisboa

Una de las propuestas más interesantes de las carteleras cinematográficas europeas tal vez sea en estos momentos Misterios de Lisboa, la última película del director chileno afincado en Francia Raúl Ruiz, que carga con el peso de ser considerado para muchos, con permiso del inefable Jodorowsky, el cineasta chileno más importante de la historia.

misterios de lisboa

El, entre otras variadas ocupaciones, novelista, dramaturgo, director de cine y jugador de ajedrez Fernando Arrabal (fundador del Grupo Pánico junto con el propio Alejandro Jodorowsky y el pintor y actor francés Roland Topor en 1962), declaró en una ocasión que el cine que él había dirigido podía calificarse como cine para ciegos.

Esto es así porque a él le enseñó a ver películas un ciego, con el que solía a ir al cine todas las semanas durante la temporada que vivió en Italia. Fue este ciego quien, a juzgar por sus palabras, le enseñó que El apartamento de Billy Wilder era mejor película que El proceso de Orson Welles porque el primero había conseguido una mayor sensación de opresión arquitectónica mediante la misma técnica de mostrar los techos de los escenarios.

El conocimiento, sensibilidad e intuición de este ciego convenció por completo a Arrabal de que el único cine que merecía la pena hacer era un cine para ciegos y con esa intención habría realizado sus, si bien no muy abundantes en número, extraordinarios filmes. El nombre de aquel ciego que le enseñó el camino era Jorge Luis Borges, en caso de que se estén preguntando.

Tal vez en rigor no pueda decirse que el cine experimental cercano al surrealismo de Raúl Ruiz sea un cine para ciegos pero en alguna ocasión los críticos de la prestigiosa revista cinematográfica Cahiers du Cinéma se han referido a él como un cine de tuerto, en el sentido de que tiende a ofrecernos sus imágenes desde la perspectiva torcida que proporciona el uso de diferentes y curiosos prismas, trucos y ejes de toma inverosímiles (un poco a la manera de Welles) que desnaturalizan la perspectiva clásica. Esto no hace de él, como cabría esperar, un cineasta particularmente popular ni fácil, como tampoco el hecho de que a menudo desarrolle un estilo narrativo que evita los caminos rectos y tiende a circular por inquietantes meandros, razón por la que da la sensación de que le resultó tan natural filmar la adaptación de Tiempo Recobrado, el último y esencial volumen de En busca del tiempo perdido de Proust, de una manera tan admirable y seductoramente proustiana.

La osadía de Misterios de Lisboa, basada en una célebre novela de Camilo Castelo Branco, es contar un folletín popular de múltiples historias cruzadas y circulares que recorren la historia de Lisboa en el siglo XIX, en cuatro horas y media de duración y tratar el melodrama con la naturalidad de los acontecimientos cotidianos. Precisamente la conciencia y el tratamiento del tiempo son elementos característicos del cine de Ruiz que aspira con éxito en esta ocasión, mediante el uso del plano secuencia, típico también de las telenovelas, a imprimir un ritmo a la narración apacible e implacable.

 

 

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