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París romántico: cinco sugerencias

Uno de los grandes lugares comunes de Occidente es la identificación de París con la ciudad del amor por antonomasia. La hermosa tumba neogótica de los trágicos y calamitosos Eloísa y Abelardo, finalmente juntos como queriendo probar que el amor, en efecto, puede más que la muerte, en el mítico cementerio de Père Lachaise (http://www.pere-lachaise.com/) no es tal vez el peor de los puntos posibles de partida para una ruta romántica alternativa por la ciudad. Al fin y al cabo, pese a verse progresivamente eclipsada con el paso del tiempo por no encajar bien con el ideal del amor cortés que se impondría con fuerza invencible a través de la literatura precisamente en los años inmediatamente posteriores a la muerte de ambos (segunda mitad del siglo XII), la suya fue una de las grandes historias de amor de la Edad Media en Occidente y dio lugar, no sólo a una serie extraordinaria de canciones goliardas sino también a una de las grandes correspondencias epistolares amatorias de todos los tiempos.

paris romantico

 

Desde ahí se puede coger el metro, siempre lugar de sorprendentes y azarosos encuentros galantes gobernados por las leyes del submundo extensa y brillantemente documentados por la música, la literatura y el cine, y dirigirse al Boulevard St-Germain para buscar cerca, en la anexa rue de Buci, la pequeña buhardilla que Thédore de Banville amuebló para que hiciera las veces de alojamiento del fugado y adolescente  Rimbaud y lugar de encuentro de éste con Paul Verlaine, pareja por excelencia de la literatura decadente, empeñada, al menos el primero de ellos, en declarar que la verdadera vida está ausente y la consiguiente necesidad de reinventar el amor.

Esta misma idea de la reinvención del amor bien puede llevarnos a pie desde ahí a los evocadores y melancólicos jardines del pabellón de dos plantas del número 20 de la rue Jacob que fue residencia de Natalie Clifford Barney, testigos privilegiados no sólo de la creación de uno de los salones literarios más importantes del París de entreguerras, caracterizado además por su decidida voluntad feminista y el predominio de las mujeres escritoras, sino también de amores abismales y delicados como el de la propia Barney con Dorothy Wilde, sobrina del admirable escritor irlandés, que en más de un sentido, como su sobrina, murió por amor.

Los puentes del Sena, particularmente el Pont des Arts y el Pont Neuf, no quedan demasiado lejos y bien podrían ser nuestra siguiente parada. Entre incomparables vistas, desde ellos no sólo se ven pasar los románticos cargueros que evocan inevitablemente la memoria de L´Atalante de Jean Vigo (una de las grandes historias de amor del cine de todos los tiempos) sino que remiten, el primero a los encuentros entre Oliveira y la Maga en Rayuela y el segundo a los protagonistas  del inolvidable film de Léos Carrax Los amantes del Pont Neuf.

Y finalmente, en la noche, qué mejor para unos amantes que regresar al Barrio Latino para bailar juntos en la dulce e íntima oscuridad de la  legendaria caverna de jazz La Huchette, que acaba de cumplir 60 años.