Vivimos en una sociedad cada vez más frenética y obsesionada por la falta de tiempo, en la que se hace progresivamente más difícil encontrar unas horas libres para leer un libro o dedicarse al ocio o a esas actividades que nos relajan, como puede ser preparar una rica comida y cuidarnos a nosotros mismos. Por suerte, en el mundo están naciendo movimientos dedicados a contrarrestar la tendencia contemporánea de la optimización de las horas, de la inversión del tiempo en la “producción”, donde por producción claramente se entiende la generación de una ganancia, la venta de la casi totalidad de nuestro tiempo libre a un precio ridículo, y con el objetivo de que otros se enriquezcan, tal como Marx había expuesto en su obra “El Capital”. Sin embargo, hay un proyecto que está cobrando cada vez más fuerza en el mundo, también porque se encuentra fuertemente relacionado con la comida, que es uno de los momentos del día que más se encuentran afectados por la falta de tiempo, y es el movimiento Slow Food (www.slowfoodfirenze.it).
No nos sorprende que este movimiento haya nacido en Italia, un país donde la cultura culinaria estuvo siempre en el centro de la escena, junto con el patrimonio artístico y la ópera. Slow Food fue fundado en el año 1986 con el nombre inicial “ArciGola” en el pueblo de Bra (que se encuentra en la provincia de Cuneo, Piamonte) por Carlo Petrini, sociólogo y gastrónomo con una tradición de activismo político a sus espaldas.
Al día de hoy, el movimiento Slow Food se encuentra en más de 50 países en todo el mundo y reúne a más de 80.000 socios. Se opone fuertemente a la estandarización el gusto y su objetivo es promover la difusión de una cultura del gusto en la que el placer de comer genere también el conocimiento. Está claro que, para una práctica como esta la lentitud es clave, y de hecho el símbolo de la asociación es el caracol. Slow Food trabaja en la salvaguardia de la tradición culinaria regional, en los métodos de cultivación sustentables y los productos típicos de cada lugar. Intenta otorgar dignidad cultural a la alimentación y se concentra en la preservación de la biodiversidad, promoviendo su protección en cuanto bien cultural. Afirman que el placer del gusto se está perdiendo en las jóvenes generaciones, y desean contrarrestar esta tendencia subrayando la importancia de la salud y de prácticas alimenticias distintas, basadas en el respeto del tiempo y del ambiente, y los ritmos naturales.
Slow Food organiza actividades y férias dedicadas a la alimentación como el “Salón del Gusto”, “Slowfish” y “Cheese”. Además la asociación fundó la universidad de ciencias gastronómicas en Pollenzo (Cuneo) y Colorno (Parma). Pero el proyecto más importante es sin duda el “Arce del Gusto”, un censo y salvaguardia de productos típicos locales destinados a la extinción.
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