Definitivamente, da la impresión de que el siglo XXI está cambiando de manera sensible las posibilidades de ver arte, con independencia de nuestra capacidad para desplazarnos geográficamente o del lugar del mundo donde residamos.
Por un lado, el recién estrenado Art Project de Google permite explorar museos de todo el mundo—intrigante por cierto la ausencia de instituciones como el Louvre el Pompidou y el Prado, museo éste que colaboró inicialmente en el proyecto pero finalmente declinó participar por no considerarlo afín a su línea de trabajo relativa a presencia y presentación de las colecciones —y visionar cientos de obras de arte a través de un zoom con una resolución pasmosa cercana a aquella con la que trabajan los restauradores de arte (ofrece, utilizando una herramienta de la empresa española Madpixel que fotografía cada cuadro al milímetro de manera sincronizada, una imagen de 14.000 millones de píxeles, un detalle más de mil veces superior al proporcionado por una cámara de fotos normal) así como crear y compartir en la red nuestra propia colección de obras maestras.
Por otro, favorecido el fenómeno por la crisis económica, cada vez es más frecuente que los grandes museos del mundo aprovechen el periodo de tiempo durante el cual sus edificios están siendo reformados para organizar giras de sus obras más representativas consiguiendo a cambio grandes beneficios económicos y creando a su vez la posibilidad de que éstas puedan verse en carne viva en ocasiones hasta a miles de kilómetros de distancia del lugar con el que todos las asociamos.
Es el caso, aunque aquí el trayecto no sea tan largo, del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), que, a cambio de 900.000 euros y el compromiso de financiar un programa de investigación que incluye la digitalización de los fondos del museo, ha aprovechado que sus prestigiosas salas románicas están temporalmente cerradas por obras conducentes a su reordenación museográfica para trasladar las piezas habitualmente allí expuestas al elegante palacete que la Fundación Mapfre tiene como sala de exposiciones en el número 23 del Paseo de Recoletos de Madrid hasta el 15 de mayo.
Se trata de una ocasión excepcional, no sólo por el altísimo valor de la colección en sí, una de la mejores del mundo en su género, sino porque ésta solo ha abandonado su residencia en el MNAC de Montjuic en contadísimas ocasiones. De hecho solo salió de Cataluña en 1937 con motivo de la exposición universal de París donde curiosamente se presentó por primera vez el Gernika de Picasso, uno de los múltiples artistas de las vanguardias históricas de comienzos de siglo que se vio fascinado e inspirado por el seductor primitivismo de estos trabajos románicos.
La extraordinaria muestra, comisariada por Jordi Camps, conservador jefe del área del Románico del MNAC, bajo el nombre El esplendor del Románico, traza un itinerario dividido en cinco tramos (El color en la arquitectura, La escultura monumental, Un espacio para la narración, El poder de las imágenes y El tesoro de la iglesia) y comprende 59 obras que van de la pintura mural a los objetos de mobiliario litúrgico pasando por la escultura en piedra.
Paul Oilzum
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