Los ingobernables entran en el New Museum (Nuevo Museo) de Nueva York. Bajo esta afortunada etiqueta, la de ingobernables, la institución americana, en el marco de su Trienal de Arte, escoge las propuestas más sugerentes realizadas por artistas, llegados, literalmente, desde todos los rincones del planeta y nacidos entre mediados de la década de los setenta y mediados de los ochenta. Es decir, estos ingobernables apenas alcanzan los treinta y cinco años y muchos de ellos aún no han abandonado la veintena.
Esta segunda Trienal neoyorquina (la primera se realizó en el año 2009 bajo el título “Más jóvenes que Jesús”, creadores que aún no habían cumplido los treinta y tres años) pretende poner en la palestra las propuestas de emergentes internacionales, sea cual sea su postura política, religiosa o filosófica. Se trata, en definitiva, de dar cobertura a unos artistas que, de otro modo, corren peligro de situarse, de forma permanente, en las fronteras de la (in)comunicación. El viajero, o el autóctono que estos eventos están pensados para todos, aficionado al arte contemporáneo no puede perderse esta muestra, abierta hasta el 22 de abril, por lo que ella supone de proyección internacional. Os pongo aquí el link donde se puede ampliar una información que, como es de esperar, no cabe en este corto espacio: http://www.newmuseum.org/exhibitions/448/the_ungovernables.
¿Y qué es lo que se presenta en “Los ingobernables”? Pues, más allá de los géneros tradicionales (pintura, escultura, dibujo…), los organizadores se han decantado por primar obras que de, alguna manera u otra, inciden en la interinidad, en la transitoriedad del mundo contemporáneo. Grandes esculturas conviven con un sinfín de instalaciones, de performances y de proyectos con vídeo. Además, no se está primando al artista individual con su nombre y apellidos, aunque por supuesto, está presente esta fórmula, sino que se exponen obras realizadas por artistas en sinergia e, incluso, actividades y creaciones ejecutadas por un grupo de artistas asociados temporalmente para la muestra.
Esto es, si las fronteras de los géneros se diluyen (cosa que se viene desarrollando desde las vanguardias históricas), lo mismo sucede con las que delimitan la autoría (extremo afianzado con la expansión de Internet). Desde el artista argentino Adrián Villas Rojas, favorito del museo ya que ha sido protagonista de otro proyecto, hasta el grupo CAMP, fundado en Mubai, pasando por cualquier emplazamiento del planeta tienen cabida en esta exposición. Las instalaciones (en las que se combinan las técnicas musicales) del brasileño Jonathas de Andrade’s, las propuestas del grupo House of Natural Fiber, creado en Indonesia, las obras de la peruana Rita Ponce de León o las propuestas de Hu Xiaoyuan desde China merecen también nuestra atención. La segunda Trienal de Arte de Nueva York intenta acometer un diálogo entre la tradición y unos jóvenes artistas que no pueden ser más que críticos con un sistema que relega toda creación a unos límites fronterizos que no benefician a la humanidad. Desde la anarquía infantil del movimiento Power Flower del sesenta y ocho hemos llegado a un estado ácrata en espíritu, pero sumiso a los poderes económicos, en esencia. Y esta contradicción es la que intentan poner de manifiesto estos ingobernables.
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