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Ámsterdam sin marihuana

Corrían los años posteriores a la Revolución de la Power Flower de 1968, cuando jóvenes universitarios del todo el mundo se disponían a cambiar el mundo con consignas poéticas y fina arena de playa que (se suponía) se escondía bajo los adoquines urbanos. Los aires de libertad (en lo anímico) se mezclaban con el humo del cannabis y otros alucinógenos más potentes.

amsterdam

Drogas todas ellas, toleradas en el ámbito privado occidental (con sus matizaciones por países) aunque prohibidas a nivel mundial, que se alzaron tanto en consigna como en seña de identidad de una juventud rebelde que, al día de hoy, está alcanzando una cómoda y conservadora jubilación. Entonces, estamos hablando de mediados de la década de los setenta del pasado siglo, Holanda se apuntó a una apertura legal en cuanto a las drogas blandas se refiere y permitió su venta en ciertos establecimientos. Comienza así, en todo el país, el boom de los CoffeeShop. Con esta medida, la capital de Holanda, una de las más cultas y educadas del mundo, se convirtió en destino preferido de todos aquellos viajeros en busca de libertad: en el sexo (no olvidemos su emblemático Barrio Rojo, aunque eso para otro día), el alcohol y la marihuana.

En estos oscuros CoffeeShop de Ámsterdam se podía adquirir, en todas sus formas posibles, droga blanda de magnífica calidad para consumo propio e “in situ”. Ello ha propiciado que, en estos últimos treinta años, estos locales, de ser marginales, se hayan convertido en toda una institución y no hay viajero, incluso los que no consumen marihuana o ni tan siquiera fuman, que, de paso por Ámsterdam, no se haya detenido en un CoffeeShop para “oler” su peculiar ambiente de permisividad y libertad. También películas de culto, como “Pulp Fiction” de Quentin Tarantino, de alguna manera u otra, han tratado en sus guiones esta “peculiaridad”.

Pues bien, parece que el poder de atracción de los CoffeeShop entre los visitantes extranjeros ha llegado a su fin, porque el gobierno nacional, con el fin de atajar el comercio ilegal que pululaba en torno a estos afamados locales, ha endurecido los requisitos en este tipo de transacciones. No es que haya  prohibido la venta de marihuana a los extranjeros, como se comenta en los foros al respecto, sino que los CoffeeShop de toda Holanda, en los que, por supuesto, se incluyen los de Ámsterdam, están obligados a convertirse en clubs privados (a la manera de los clubs de fumadores españoles que no han tenido éxito ninguno) con un máximo de 1500 miembros. Es decir, los CoffeeShop pueden y van a seguir vendiendo su cannabis, pero solo a sus socios que, como es de suponer, a través del fichero de clientes, estarán, de alguna manera u otra, controlados por el gobierno. Aunque, con ello, se pretende poner cerco al comercio a menores o/e ilegal en la calle, los efectos de la medida aún están por evaluar. En la actualidad, también se baraja alguna restricción de acceso al conocido Barrio Rojo, otra de las insignias libertarias de Ámsterdam.


Por supuesto, Holanda y su capital tienen muchos más alicientes que el sexo, las drogas blandas o las bicicletas. Recuerda que en algunos de los apartamentos en Amsterdam que se ofrecen en alquiler por temporadas cortas está permitido fumar (de todo).