El arte en París tiene nombre propio. El Louvre es uno de los museos más visitados del mundo con 9,5 millones de personas que acuden cada año, más que el Metropolitan de Nueva York. Pero también tiene un handicap: que es inabarcable. El Louvre esconde en su interior nada más y nada menos que 35.000 obras, entre pintura, escultura y otras piezas de valor. Así que si no disponéis de demasiado tiempo para recorrerlo, es mejor ir al grano y seleccionar primero que queréis ver.
Photo by: Luc Mercells
En la planta baja retrocederéis al pasado porque es donde se conservan algunas de sus obras más valiosas: las antigüedades romanas, griegas, etruscas y, cómo no, del antiguo Egipto. Mi consejo es que empecéis por abajo visitando la famosa Venus de Milo, esculpida en mármol blanco a finales del periodo helenístico. El Código de Hammurabi es otra de esas esculturas que hay que admirar por delante y por detrás. Esta gran columna de basalto contiene las leyes más antiguas que se conservan. Y si queréis algo del legado que nos dejó Miguel Ángel, no dejéis de visitar la escultura del Esclavo Moribundo.
Pasear por el Louvre es como regresar a la época de nuestros antepasados, un paseo por varios siglos que nos puede llevar horas, es como volver a caminar lo que ya habíamos caminado, es lo más parecido a tener el control del reloj o, mejor aún, tener la capacidad de retrasar las manecillas.
En la primera planta predomina la pintura italiana, inglesa, francesa y española. Allí encontraréis obras maestras como la famosísima Victoria de Samotracia, que representa a la Diosa Niké. Una de mis favoritas es el Escriba Sentado, en piedra caliza policromada, que es una de las obras que mejor se conservan del antiguo Egipto. No podía faltar en este recorrido La Libertad guiando al pueblo, del gran Eugène Delacroix. Es ya todo un símbolo de Romanticismo o Las bodas el Caná, de estilo manierista. Pero si hay un cuadro que destaca sobre el resto es La Gioconda o la Monalisa, La obra de Leonardo da Vinci es sin duda la más buscada y la más admirada del Louvre, la niña bonita, la estrella del museo.
El arte es perenne, no caduca ni se pasa, es como el vino, mejora con el tiempo y su valor se multiplica según va cumpliendo años. No hay edad ideal para un cuadro ni una escultura. El arte es inmortal, eterno, mágico, sincero y transparente. Es lo que es.
La segunda planta está dedicada exclusivamente a la pintura francesa, holandesa, flamenca y alemana. Buen ejemplo de ello es El Rapto de las Sabinas, que representa el secuestro de las mujeres de Sabinia por los romanos, el Retrato de Luis XIV, el Rey Sol, de estilo barroco y gigante. Mide 3 metros, que no es poco. Y, cómo no, la irresistible habitación de Van Gogh.
El Louvre esconde miles de maravillas, pero sólo algunas serán las escogidas en una primera visita. Lo bueno es que con apartamentos en París a tan buen precio, podréis volver las veces que haga falta.
Twitter: @DianaRPretel