En una de las entradas del maravillosamente penetrante y lúcido libro de notas, ensayos, entrevistas, dibujos y descripción de proyectos de Bill Viola Reasons for Knocking at an Empty House. Writings 1973-1994, el artista norteamericano reconstruye las trascendentales implicaciones de lo que debió de suceder en la Piazza del Duomo de Florencia el día de 1425 que Phillipo Brunelleschi, creador de la icónica y crucial cúpula, por aquel entonces aún sin terminar, de la catedral de Santa María de las Flores se plantó delante de las puertas de éste mismo edificio e instaló una pequeña caja de madera en un atril mirando al que pasa por ser el edificio más antiguo de la ciudad, el célebre y admirable Baptisterio, todavía no inmortalizado por las Puertas del Paraíso de Ghiberti, situado justo enfrente al otro lado de la plaza.
Poco a poco fueron llegando, al igual que diferentes grupos de curiosos y cognoscenti,, sus amigos, parte importante e influyente de la flor y nata de la comunidad artística florentina del periodo, a los que Brunelleschi había previamente invitado a pasarse por la plaza para mirar con un ojo, el otro debían mantenerlo celosamente cerrado, a través del pequeño orificio que había a un lado de la caja.
Al mover una palanca aparecía un espejo que colocaba ante ellos una pintura pequeña del Baptisterio en línea y proporcional a la primera visión monocular y directa del edificio con la que se habían enfrentado antes de la operación. En lo que respecta a la forma y la geometría las dos vistas eran a duras penas diferenciables.
Viola compara la escena con la de un pionero de la fotografía que hiciera una demostración del funcionamiento de la cámara, pues en efecto por un lado no puede reputarse disparatado considerar el dispositivo de Brunelleschi como una suerte de cámara rudimentaria y por otro, para los afortunados florentinos que tuvieron la fortuna de vivirla, la experiencia tuvo que ser tan asombrosa y alucinante como lo fue para los ciudadanos del siglo XIX el conocimiento de la cámara.
Se inventaba así la perspectiva, sistema que formalizado algunos años más tarde en un libro transcendental por León Battista Alberti, acaso uno de los amigos curiosos que pegó su ojo a la caja de Brunelleschi aquella mañana, cambió para siempre la Historia de la pintura y aceleró el desarrollo de las técnicas de la creación artificial de imágenes.
Para Viola lo que nació ese día con el experimento de Brunelleschi fue, mediante la creación del punto de vista, la personificación de la imagen y su identificación con un lugar en el espacio real, transformando así al espectador individual en una parte integral de la pintura, que se pasaba a convertirse en relación con el observador en un espejo opaco.
Con esta nueva identificación entre el espectador y la pintura derivada del énfasis en el lugar desde el que se ve, decidido de acuerdo con la nueva técnica artística por el pintor, el tiempo ingresó en la imagen.
Paul Oilzum
Cuando alquile apartamentos en Florencia si visita la Plaza del Duomo, deténgase un momento a saborear la paradoja de que el sitio donde las imágenes se aseguraron un lugar en la tierra renunciando a su inmortalidad, parezca, pese a las miríadas de turistas, estar situado tan al margen de los relojes.